Una pared ARDIENTE
Querida Repara Corazones:
Ayer leí tu consejo. Y sí, tienes razón, no puedo encarar todo “de una”.
Tengo que ponerme metas. Así que esta mañana, más decidida que nunca a hacerte
caso, me convencí a mí misma que lo mejor era ir a ese after office, y sin dar
más vueltas explicarle mi situación afectiva a Mariano.
Claro que antes de eso tenía que explicarle a Guille mis motivos para ir al
after office, ¡y entonces las vueltas fueron un montón!
Y es que desde que está con nosotros Vanina, todo en la casa parece marchar
de maravillas. Por ejemplo, ayer, después de comer, cuando nos quedamos solos
en el cuarto, Guille estuvo particularmente ardiente conmigo. Es decir, hacía
mil años que el sexo entre los dos no era tan apasionado. Y si bien es cierto
que mi entusiasmo estaba muy movido por los celos, fue Guille el que inició el
juego. ¡Y cómo lo inició! Porque el chico suele ser más bien aburrido y
rapidito, ¡pero cuando se lo propone!... Bueno, que todo estuvo increíble. Así
que al ir a desayunar esa mañana no pude evitar lanzarle a mi oponente, (que
aunque no está trabajando se levantó para desayunar con nosotros), una de esas miradas de “serás más linda que yo, pero él es todo
mío”.
Respecto de lo del desayuno quiero hacer un paréntesis. Porque, yo no sé
cómo será en tu casa, pero en la mía es como tener sexo casual: “rapidito y sin
pensar demasiado en las consecuencias”. Por eso no es raro que suela atajar las
tostadas cuando ya estoy en la puerta, (¿te hablé de mi tostadora, no?), y
tomar el café esperando el elevador, (cuando termino dejo la taza en el pasillo
y Guille la entra). Bueno, esta mañana no fue nada como eso. Esta mañana había
una mesa servida, tostadas en el plato, y café en la jarra. Faltaba el jugo y
bien hubiéramos podido filmar en casa una publicidad para la tele. ¡Parecíamos
una familia perfecta! Claro que no me quedaba muy en claro quién era la mamá, y
a quién la estaban teniendo de hija.
Vanina, a pesar de que apenas eran las siete de la mañana, estaba vestida y
peinada con esmero. Claro que yo también tenía lo mío. Pero yo lo había hecho
por el famoso after office, así que, aún a pesar de que todavía arrastraba los
efectos beneficiosos de los ardores de Guille, (o quizás justamente por eso),
no pude evitar una mirada de reproche para la intrusa.
Si ella se dio cuenta, no lo sé. Pero cuando saqué el tema del after office,
mi Guille se puso como loco. Y eso hizo que me tranquilizara bastante. Porque
después de todo, si todavía siente celos por mí, es señal de que de verdad no
está interesado ni un poquito en la otra. Pero como yo soy muy obediente, y
estaba dispuesta a seguir tus consejos a cualquier costa, seguí insistiendo con
eso de que no podía perderme el “after”, porque de lo contrario iba a quedar
“out”. Que en esas reuniones informales se decidían las cosas más formales de
la oficina, y que de no ir corría riesgo de perder esos pocos privilegios que
tenía con mi jefe y compañeros.
Guille seguía sin estar convencido. Y entonces ocurrió algo de lo más
extraño, (es decir, más extraño aún que desayunar sentada a una mesa). Sí,
Vanina empezó a darme la razón. A contar la historia de lo atada que se había
sentido por los celos de su ex, y que por culpa de su desconfianza lo había
perdido todo: el trabajo primero, y después a su ex. Pero si eso fue raro, más
raro todavía resultó que sus palabras sirvieran para calmar de inmediato la ira
de mi actual. Era como si Guille no se atreviera, o no pudiera contradecirla.
Te imaginarás en qué estado llegué a ese after office. Porque una cosa es
encontrarte con un compañero de oficina teniendo un gustito a trampa en la
boca. Y otra muy distinta es pensar que mientras tú sales, la trampa te la
están haciendo a ti. Así que más pensaba en eso, más estaba dispuesta a
escupirle “de una” a Mariano que yo tenía a alguien más.
Pero bastó que llegara mi macho posmo para que me olvidara de inmediato de
mis buenos propósitos. ¡Él es tan divertido con su charla! O será simplemente
que estaba extrañando el hablar de tonterías. Últimamente cuando Guille me
dirige la palabra es sólo para quejarse del resumen de la tarjeta, o para
contarme lo que le dijo el mecánico del auto, o, lo que es todavía más aburrido
e incomprensible, lo que habló con mi suegra. Mariano, en cambio… No sé qué
hablo con él, pero sé que me divierto mucho. Me rio. Me siento adolescente otra
vez. Y no es sólo lo que dice. Es que cuando lo dice se nota que me tiene
ganas. Y eso…
Para cuando empezó a insistir con lo de irse a otro sitio, sospeché que
estaba planeando algo más. ¿Adónde quería llevarme? Para hablar de sexo me
parecía demasiado rápido, (después de todo, ésta era la segunda vez que
salíamos). Pero era obvio que, de repente, ese bar a oscuras ya no le
alcanzaba.
Y más pensaba yo en eso, más mi conciencia me reprochaba por no haberle
dicho de Guille.
Así que ni bien salimos de ese coqueto barcito en pleno microcentro
porteño, a esa hora en que ya no queda nadie en las oficinas y las calles
parecen un desierto, él, como si pudiera leer en mi mente que yo quería
escaparme, me encerró contra una de las paredes dispuesto a darme un beso de
aquellos. Y quizás porque la noche anterior mi pobre Guille había estado tan…
tan… como antes, lo paré de una y le dije: “Perdón, Mariano, pero estoy
viviendo con alguien”
Él me miró sorprendido, pero no tanto como yo hubiera esperado, (¿raro, no?),
y me dijo: “Me importas demasiado como para que eso me importe”
¡Y me dio un beso!... ¡Qué beso! De esos besos con urgencia. Esos que te
dicen que el tipo se muere de amor por ti. Que siempre te ha tenido ganas.
Sí, puede que sean ideas mías, pero la misma lengua que Mariano hasta
entonces sólo había usado para hablar tonterías, ahora estaba siendo de lo más
sabia y concienzuda para recorrer mi boca. Evidentemente a la hora del amor mi
macho dejaba de ser posmo para convertirse en un macho a secas. Con todo lo que
una espera de alguien así: algo áspero, pero con una fuerza subyugante.
¿Sabes cuánto hacía que no me besaban así?
Y quizás porque estaba tan seducida por ese beso, de repente todas mis
alarmas se prendieron. De verdad yo no soy de esas. Una cosa era jugar a la
trampa para levantar mi alicaído ego, (alicaído sobre todo después de ver a esa
tonta de Vanina), pero otra muy distinta era jugar a dos puntas. ¡Yo no soy de
esas!
Y fue cuestión de pensar que no le podía ser infiel a Guille, para imaginármelo
besando a su ex de la misma forma descarada en que lo estaba haciendo Mariano
conmigo.
Me puse como loca. Separé a Mariano, y sin darle tiempo a más corrí hasta
la avenida y me tomé un taxi a casa.
Fue un viaje horrible. Porque en vez de reprocharme por lo que había hecho,
comencé a fantasear con lo que encontraría al llegar a casa. Los gemidos de esa
perra rubia cuando MI Guille le hiciera lo mismo que me había hecho a mí la
noche anterior.
¿Y si sólo había tenido sexo conmigo con tanta vehemencia porque ya estaba
pensando en la otra?
Te juro que subí a casa más como una amante despechada que como una esposa
infiel. Estaba dispuesta a pelear, incluso a puño desnudo, por mi hombre.
Pero cuando abrí la puerta lo que vi fue todavía peor a cualquier cosa que
hubiera imaginado.
Ay…
Disculpa… Tengo que dejarte. Al parecer alguien me está llamando por el
teléfono de línea. ¡Qué raro! La gente suele llamarme al móvil.
Bueno, pero antes quiero que me digas… ¿Qué hago de mi vida? ¿Le doy una
oportunidad a Mariano, o me conformo con mi vida chata? ¿Intento reconquistar a
MI Guille, o simplemente mato a la rubia?
Besos
SD