Un trabajo sufriente, o sufriendo en el trabajo
Querida Repara:
¡Tienes razón! ¡No sé cómo esa psicópata se metió de nuevo
en nuestras vidas!
Y respecto a mi telefonito… créeme, trato de mantenerlo a
salvo, pero es como si mi bolso estuviera embrujado. Y no es lo único.
Últimamente suceden muchas cosas extrañas en casa… De verdad estoy desesperada.
Bueno, empiezo desde el principio…
Después de la noche funesta del beso, MP estaba
desaparecido, (claro, excepto por ese tonto mensaje en mi móvil… ¡y ahora justo
tú me adviertes sobre eso!)
Pero la verdad es que ya me había olvidado de Mariano.
Y es que, últimamente, durante todo el día no hago más que
imaginar lo horrible que sería mi vida sin mi novio. Estoy obsesionada. Atenta
al menor murmullo. A cualquier gesto de Guille que pudiera mostrar descontento.
Así que para poder vigilar sin que se note, yo misma empecé a limpiar, ¡y hasta
a cocinar!... (¿Puedes creerlo?)
Imaginarás entonces que lo último en mi cabeza era MP.
Quizás por eso hoy me sorprendí tanto cuando me acorraló en la fotocopiadora.
Era la hora del almuerzo y ya no quedaba nadie en la oficina. Sólo yo, que como
estoy empeñada en ser tan flaca como Vanina, ni me molesté en bajar. Así que
ahí estaba, fotocopiando la última novela de Florencia Bonelli que me había
prestado una chica de contaduría, cuando, de la nada, apareció él.
No me malinterpretes: no soy del tipo que lee novelas
románticas. Pero últimamente ando súper sensible y medio cursi.
Y ahí estaba yo, fotocopiando y lloriqueando, cuando de la
nada apareció mi Macho Posmo.
Te juro que parecía una escena de película: él, parado
atrás de mí, comenzó a girarme con lentitud hasta que mi boca le quedó a tiro,
y entonces me dio un beso de esos que hacen historia.
La verdad fue raro. Muy raro. Y para nada agradable. Es
decir… la noche anterior lo había besado a Guille.
Me gustaría decirte que me sentí mal por jugar a dos
puntas, pero no. Simplemente me bloqueé. Pensaba que quizás en ese preciso
momento también mi novio estuviera dándole un “chupón” como aquel a esa bruja
de Vanina.
Y así, después de cinco minutos de torturarme imaginando
la infidelidad de Guille desde todos los ángulos, al fin reaccioné. Empujé a MP
con fuerza y le di una sonora cachetada.
Ahora que lo pienso creo que fui injusta con Mariano. Es
más, me da hasta lástima. Primero porque tengo la mano súper pesada. Pero, peor
aún, porque el pobrecito debe creer que estoy loca.
Analicemos esto: pasaron 5 minutos de lo que él creía que
era un beso apasionado, y que para mí sólo significaba otro ataque de mi oscura
obsesión. Te juro que ni pensé en él al golpearlo. Era a Guille al que quería
matar…
¿Será por eso que los hombres no nos entienden? Pensamos
demasiado rápido. Y esa larga fila de pensamientos que se hilvanan en nuestra
mente no hacen más que enroscarse, sólo para terminar acumulándose junto a más
y más cosas en nuestro cerebro ya atiborrado.
Cuestión que a veces ni nosotras mismas nos entendemos.
Te estarás preguntando cómo reaccionó MP ante mi sopapo. Y
ahí está lo peor, (para él): no pudo reaccionar. El pobrecito no tuvo tiempo. Y
es que en el preciso momento en que yo le cruzaba la cara con mi mano, estaban
llegando de almorzar mi jefe y Michel. ¡Qué horror! Yo, que sistematizo todo y
pienso las cosas mil veces, para su desgracia tuve que actuar con rapidez. Y lo
único que se me ocurrió fue empezar a gritarle al pobre Mariano que me dejara
en paz, y que ya le había pedido mil veces que no se metiera conmigo.
Debo haber estado convincente, porque mi jefe lo miró con
muy mala cara. Después de todo, si bien es cierto que la masculinidad hermana a
los hombres en nuestra contra, por fortuna la mayoría conserva ciertos límites…
Bah, al menos eso era lo que creía yo este mediodía.
¡Qué ilusa!
Bueno, como te imaginarás, sin más explicaciones corrí a
encerrarme en mi ordenador. Eso de encerrarme es una metáfora, porque salvo por
la oficina del jefe, los demás estamos juntos.
Y así estuve por un buen tiempo, simulando trabajar con
toda la dedicación que hace rato me falta, cuando de repente el mismísimo jefe
me llamó a su reino mágico.
La verdad fui hasta ahí bastante asustada…
¡Qué ingenua! Porque al escuchar lo que me dijo sentí
absoluto terror.
El tipo insistía con eso de que mi trabajo estaba
“sufriendo”. Y yo ya no entendía si el trabajo estaba dolido por mi
desatención, o si me pensaba echar de una patada en el trasero, causándome un
horrible sufrimiento a causa de mi trabajo.
¿Puedes creer que recién entonces me di cuenta de lo
precario de mi situación? Porque no sólo mi novio es el amor de mi vida, sino
también mi casa, y mi única familia en esta ciudad impiadosa.
¿Eso quedó demasiado poético? No voy a ser falsa contigo.
Me refiero a algo más terrenal: si Guille se va con Vanina, en verdad la que
tiene que irse soy yo. Me guste o no, ese hermoso piso grande y soleado en que
vivo era de la abuela de Guille. Yo no tengo nada. Y cuando digo nada, es nada,
porque durante todo este tiempo me di el lujo de descuidar a mis amigos, (total
estaba él, que aunque no me escuchaba, al menos tenía la gentileza de simular
hacerlo), y a gastar como si no hubiera un mañana, (¡es increíble lo que cuesta
alimentar la pasión por una x box!)
Mientras mi jefe seguía con sus quejas, mi mente empezó a
hilar, una tras otra, todas estas desgracias. Y en cuestión de segundos empecé
a llorar con el más horrible desconsuelo.
Él me miró con esos ojos que ponen los hombres cuando
lloramos, y que es la misma cara que pondríamos nosotras si alguien nos hablara
en chino. Y sólo por desesperación empezó a contradecirse. Me dijo que era la
única que hacía su trabajo en esa oficina, (cosa que es cierto), y que a causa
de mis problemas sentimentales el que estaba sufriendo era él.
¡Ay, Repara! No sé qué pasó por mi cabeza entonces. O
mejor dicho, lo sé: ¡NADA! Mi cerebro se quedó en blanco. Pero por desgracia mi
boca no siempre está conectada con mi inteligencia, así que empecé a hablar… y
a hablar… ¡y a hablar! Y le conté lo de Vanina, (aunque quizás exageré un
poco). Y lo de MP, (aunque probablemente omití la mayoría). Y otra vez lo de
Vanina.
¡Escupí todo!
Mi jefe se acercó a mí, solícito. Y ya estaba a punto de
calmarme, cuando de repente me di cuenta de que mi jefe empezaba a ponerse, más
que solícito, atrevido.
No me malinterpretes: no fue que me tocó, o algo… Bueno,
no es que pueda jurar que me tocó o algo… Me quedó la duda. Pero entonces
empezó a decir que no tenía que amargarme. Que a su edad, (40, según él), las
cosas se tomaban muy distinto. Y que si la pareja de uno miraba a otro, sólo
era cuestión de devolverle el favor con alguien cercano, para después seguir
juntos como si tal cosa. Que él sabía bien de lo que hablaba, porque ya
había ayudado a varias compañeras de trabajo a vengarse con discreción.
¡Me quería morir!
Menos mal que en eso llegó Michel, el chico que trabaja en
mi mesa, preguntando alguna pavada. Yo aproveché para huir hacia mi ordenador,
ya no a encerrarme, sino a recluirme en él. ¡Te juro! Casi no respiré hasta el
final del día.
Y ya estaba a punto de tomar el metro que me llevaba a
casa, cuando me interceptó Michel. No es la primera vez que nos volvemos
juntos. Pero hoy me sentí incómoda con él. ¡No sabes cómo me miraba! ¿O serán
ideas mías?
Para colmo, al llegar me encontré a Guille armando uno de
esos tontos puzles. Y a la estúpida de Vanina alcanzándole cada una de las 5000
piezas como si se tratara de una instrumentista en medio del quirófano.
¡Estoy furiosa! Me siento vulnerable. Y aun cuando algún
día por fin pueda echar a la yegua de casa, nadie me va a quitar el mal sabor
de boca.
¿Tendrá razón mi jefe?
¿Será la “venganza” una forma de olvidar todo, seguir
adelante, y salvar la pareja?
Porque si llego a pescar a Guille en alg
Disculpa. Tengo que dejarte. De nuevo alguien me está
llamado por el teléfono de línea.
¿Será posible que siempre se corte, o yo también tendré un
acosador?
Me voy. La sigo después.
Besos
S.D.
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