URGENTE… NECESITO AYUDA
URGENTE
Repara:
¡Estoy deshecha! ¡Mi vida se ha convertido en un verdadero infierno!
¡Y eso que me lo advertiste! Pero no pude hacer nada por evitarlo. Ahora
tecleo esto desde mi móvil, aislada en un hotel. Lo que tanto estaba temiendo
al fin ocurrió. Perdí a Guille para siempre. Quizás para mañana haya perdido
incluso mi trabajo. Y ni siquiera me queda el consuelo de culpar a Vanina por
todas mis desgracias. No. La culpa es sólo mía.
¿Qué hay de malo en mí, Repara? Yo era feliz con Guille. Muy feliz.
Y entonces cumplí treinta…
¿Cuál es el problema de las mujeres con las décadas? Porque conozco algunas
que salieron airosas de la tercera, sólo para hundirse sin piedad en la cuarta
o la quinta, o…
¿Será que el cero nos recuerda lo redonda que nos ponemos con cada año que
pasa?
Y cuando después de los treinta llegaron los treinta y uno, todo fue para
peor. Ese fatídico día, como si fuera una advertencia, mi jean favorito no me
cerró. Te juro que a la semana siguiente me quedaba hasta cómodo, pero ese
maldito día el perverso cierre no quería ceder. De inmediato tuve un mal
presentimiento. Y cuando al salir del trabajo tropecé con Cinthia, una antigua
jefa, que me saludaba desde arriba de unas plataformas altísimas, contándome de
viajes, aventuras, sexo a un solo click del mousse, orgasmos alucinantes, no
pude evitar sentirme muy vieja. ¿Cuándo era la última vez que había usado
tacones?... ¿O que me alucinaba un orgasmo?
Y para colmo llegué a casa y ahí estaba Guille, con una torta chueca hecha
por sus propias manos, (¡un dulce!), y riéndose de lo que iba a ser mi vida a
partir de entonces. Llamándome “mi querida ancianita”, y mencionando al pasar,
pero por primera vez en nuestra relación, la palabra “matrimonio”.
¡Matrimonio!
Te juro que al escucharlo me corrió un escalofrío. Y entonces me acordé de
mi papá, que la llamaba “vieja” a mamá, según él, “de cariño”. Y de mi hermana,
que tras cinco años de matrimonio aumentó diez kilos, se cargó con tres hijos,
y tuvo que volver al pueblo con el rabo entre las patas después que el marido la
abandonara por otra, (una igual a como era ella antes del matrimonio y los tres
hijos, por cierto)
¿Tengo que decirte que me aterré?
Para cuando apareció Macho Posmo en mi vida, necesitaba aferrarme a la
ilusión de que todavía podía tenerlo todo. Creía, (mal, como me di cuenta
después), que Guille nunca iba a preparar pochoclos con otra que no fuera yo, y
que yo, en cambio, podía ir de after office con quien se me diera la gana. ¡Qué
tonta!
Bueno, esta mañana te juro, te súper juro, estoy segurísima… bueno, casi
segurísima, puse el móvil en el bolso antes de salir para la oficina. Y después
de eso no me separé del maldito bolso hasta llegar ahí… Bueno, al menos no
recuerdo haberlo hecho, porque últimamente ando con la cabeza volada. Y a causa
de esa confusión, cuando mi jefe se acercó en forma misteriosa al escritorio
que comparto con Michel y me dijo que ya había respondido mi mensajito, me
quedé dura. Y no fui la única. También Michel se sorprendió. De inmediato, como
te imaginarás, intenté revisar mi móvil. ¡Pero nada! El maldito aparato no
estaba por ningún sitio.
¿Tengo que decirte que después de eso no pude volver a concentrarme en mi
trabajo? El jefe salía cada dos minutos de su despacho y me miraba ansioso,
mientras que Michel parecía acusarme de algo.
Como sea, hice verdaderos malabarismos para escapar cinco minutos antes que
acabara mi horario. No me daban los pies para llegar a casa y reunirme con mi
huidizo telefonito.
Subí por el elevador sin atreverme casi a respirar. Pero al llegar a la
puerta de mi casa me sorprendí al ver una maleta abandonada en el pasillo. Al
principio me puse alegre, suponiendo que pudiera ser de Vanina, pero de
inmediato me di cuenta de que la maldita cosa era mía. Intenté abrir la puerta
de mi piso, pero alguien había corrido la traba. Entonces me puse a tocar
timbre, enfurecida…
La primera en asomar por la rendija que dejaba la cadena de seguridad que
también estaba echada, fue la yegua de Vanina. La verdad es que parecía
auténticamente asustada. Con voz baja me dijo que Guille sabía todo, así que
mejor me fuera. Que ella iba a tratar de ablandarlo a mi favor, pero que lo
veía casi imposible dadas las circunstancias.
¡Te imaginarás cómo me puse!
Empecé a los gritos a través de la hendija. Pero todavía no calentaba la
voz, cuando de repente la puerta se abrió de par en par. Y ya no era Vanina,
sino Guille.
Con sólo verle la cara enmudecí. Porque Guille no es de gritar, pero en las
raras ocasiones en que está furioso tiene una mirada que lastima más que mil
golpes.
Después de unos segundos de quedarme inmóvil como si en verdad fuera
culpable de algo, apenas me salió decir: “No entiendo”.
Había tanto dolor en su cara… que tuve que hacer esfuerzos para no ponerme
a llorar a los gritos ahí mismo.
“Yo tampoco”, fue lo único que dijo. Y entonces buscó mi maldito telefonito
y empezó a leer.
“Mensaje de Mariano: eres una perra. No puedes andar besándote conmigo y
después decir que te acoso. ¡Qué malparida! ¿Qué ocurre? ¿Ahora te gusta más tu
jefe?”
Quise responder, pero él continuó, impiadoso.
“Y hablando de tu jefe… Aquí hay un mensaje de él: a la vuelta hay un
hotelito discreto… ¿quieres ir a charlar allí?”
De nuevo intenté decir algo, pero no hubo caso.
“Y no es el único. También está Michel…, a ver… ¡Aquí!: urgente, tenemos
que hablar. Hay un hotelito discreto a la vuelta, ¿nos vemos allí a las cinco?”
Te imaginarás que no podía creer lo que estaba escuchando. Quise
arrebatarle el móvil de la mano, pero él lo tiró con fuerza al suelo del
pasillo. Después hizo lo mismo con una cajita que sacó de algún sitio, justo
antes de cerrar la puerta de un golpazo.
Miré la cajita sin entender. Pero después me di cuenta: era el anillo que
no me había podido dar el día del spa.
Me puse a golpear, enfurecida. Quería hablar, explicarle… Pero fue inútil.
Guille es así. Parece un tierno, pero cuando quiere es irreductible.
Así que después de llorar quince minutos en el pasillo, con el anillo en el
dedo, (¿te conté que era el mismo anillo que yo había admirado una noche en un
centro comercial, mientras aguardábamos para entrar al cine), al final recogí
el teléfono, la maleta, y me fui al hotelito discreto de la vuelta del trabajo.
Creo que es un hotel para parejas, porque el conserje puso cara rara cuando vio
la maleta y le dije que me quedaba toda la noche.
Y ahora estoy aquí, llorando como una magdalena, con el televisor encendido
para que no escuchen desde los otros cuartos. Aunque no sé ni para qué me tomo
el trabajo, porque aquí los gemidos abundan. De hecho me costó un montón
sintonizar un canal que no tuviera porno. Por suerte enganché Investigation
Discovery. Tengo muertes, dolor y asesinatos asegurados para hacerme compañía
en esta noche negra. No estoy de humor para algo más alegre.
¿Qué hago Repara?
¿Le hablo sinceramente a Guille y le cuento todo?
Aunque, pensándolo mejor, ¿qué le cuento? ¿Que creía que lo tenía más
calado que a una sandía? ¿Que estaba aburrida? ¿Que no quería casarme? ¿Que lo
creía mediocre, muy por debajo de mis expectativas?... ¿O sólo le confieso que
soy una idiota insegura que piensa que siempre puede haber algo mejor en la
tienda de la que salió un regalo perfecto?
Te juro qu
¡Espera! Te dejo. Hay algo en la tele que… ¡Increíble!
Adiós.
S.D
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