Querida Repara corazones:
Con treinta y un años
cumplidos, la verdad es que me siento un poco ridícula escribiéndole a una
consejera sentimental. Pero soy una chica de provincia viviendo en una ciudad
gigantesca y loca como Buenos Aires, y la familia y los amigos quedaron muy
atrás.
Necesito hablar con
alguien porque de lo contrario voy a enloquecer.
Sé que otros recurren a
los compañeros de trabajo, pero como soy licenciada en sistemas vivo rodeada de
hombres. Y todo bien con los chicos, unos dulces. A ellos puedo recurrir para
saber si la ropa que me compré me queda, o si algo es muy provocativo. Y no porque les pida opinión, sino por las
miraditas que me echan cuando paso con una falda nueva, o las risitas cómplices
si el jean que estoy estrenando me marca demasiado el culo. Puede decirse que
de tanto estar con hombres ya sé leer sus intenciones con sólo escucharlos
hablar de fútbol. Pero cuando se trata de sentimientos… Es como que esa materia
ningún varón la aprueba ni siquiera
raspando. Y yo estoy desesperada.
Sé que otras te escriben
para contarte lo mal que les va en la vida. Que no tienen novio, o que el tipo
que tienen al lado se acuesta con todas. Pues a mí no me pasa nada de eso. Hace
cinco años que vivo con un dulce. Es re bueno, se ocupa de mí…
Ahora me siento un poco
culpable por escribirte.
¡Pero de verdad estoy
desesperada!
Bueno, para que entiendas
lo que me pasa primero tengo que explicarte un poco cómo soy yo. Yo soy… Bueno,
es cuestión de oficio. A mí me pagan para que encuentre la mejor forma de
obtener un resultado. Vivo preguntándome si no hay una manera más eficiente de
hacer las cosas. Soy un poco perfeccionista, y no me conformo con nada a
medias… A ver, ¿cómo te explico?... Por ejemplo, suponte que me regalan un
sweater. Es hermoso y me queda divino. Me miro una y otra vez al espejo, y me
encanta. ¿Qué harías tú si, en vez de esos obsequios horribles que sólo te
pones para mostrar que el regalo te gusta, llegara a tus manos el mejor sweater
de tu vida? ¿Te lo quedas?... Pues yo no. Yo no soy así. Yo pienso: “si esta
maravilla estaba oculta en una tienda… ¿cómo sé que esa tienda no esconde aún
algo más maravilloso?”. Y ahí corro yo a cambiar el mejor regalo que me dieron
en la vida. Es cierto que generalmente regreso con lo mismo que llevé. Pero
necesito ir y chequear con mis propios ojos que no me estoy perdiendo de nada.
¿Seré sólo yo, o a
alguien más le ocurrirá lo mismo?
Para definir mi manía mi
novio dice que soy una rompe pelotas.
Y ahí está el problema.
En mi novio.
Y no es que no sea un
dulce… Demasiado dulce, tirando a empalagoso. Digamos que mi problema puede
resumirse en “cinco años chupando el mismo caramelo”. Y todo bien con Guille…
Pero siento que a esta altura del partido lo tengo más caladito que a una
sandía. De repente sus defectos, que antes hasta simpáticos me parecían, ahora
me caen gordos.
¡Ja! Ahora que digo eso me doy cuenta que
igual ocurre con su cuerpo. Guille es súper atlético, y eso siempre me gustó de
él. Sus músculos tensos, un culo firme… Pero ahora se le ha dado por hacerla de
chef. Bien por él, porque decididamente la cocina no es lo mío. Pero ya me
tiene harta mirando “El gourmet” por la tele, y sobre todo, ya no soporto tener
que limpiar sus inventos de la mesada. No soy sucia pero no me gusta limpiar. Y
como él cocina, pretende que yo me haga cargo del millón de platos y cacerolas
que deja atrás. Por cierto: no soy experta, pero creo que cuando dice que la
salsa toma mejor gusto cuando se pega al fondo, me está “caminando” para tapar
su impericia.
Perdón, me fui de tema.
Es que ayer peleamos porque dejé la cocina sucia, él se levantó en medio de la
noche a buscar agua y… Bueno, a mí
tampoco me gustaría tener que limpiar una cucaracha de mi pie a las tres de la
mañana. (Guille es muy sensible con el tema de las cucarachas. ¡Se ve que nunca
vivió en el campo!)
Vuelvo, porque esta carta
ya se está haciendo larga.
Guille es divino. Pero
aburrido, previsible y un tanto empalagoso. Yo estoy muy cómoda a su lado.
Incluso el sexo está muy bueno, pero…
¿seguro que no hay nada mejor en la tienda? Todo el tiempo me pregunto lo mismo.
Por más feliz que sea con él, ¿no podré ser aún más feliz con otro?
Siempre intenté alejar
esas ideas de mi mente. Pero ahora a Guille se le puso en la cabeza que tenemos
que casarnos. ¡Casarnos! ¿Puede ser que justo a mí me toque el último tipo
romántico del planeta? Él dice que de verdad está enamorado y no ve el motivo
para esperar. Pero yo creo que todo es culpa de Mica. ¿Quién es Mica? Su novia
anterior. Nunca la conocí, pero existe la fábula de que la chica era un camión con acoplado. De esas
rubias estúpidas que todos se dan vuelta para ver. Y parece que él estaba muy
enamorado. (¿Por qué hay tipos que siempre piensan que están muy enamorados?)
Bueno, cuestión que la tal Mica lo dejó. Así, sin más. Se encontró otro y lo
dejó. Y se ve que él se quedó
traumatizado o algo así, porque ahora no hace más que darme lata con eso del
matrimonio. ¡Qué tipo inseguro!
Y más insiste Guille con
eso, más me pregunto si no habrá algo mejor en la tienda.
Soy muy joven para
compromisos.
Bah, sé lo que diría mi
madre al respecto. En los pueblos como el mío los treinta años son la barrera
cruel que separa a una jovencita de una solterona. Mis compañeras de liceo
están todas casadas y con hijos grandes. Pero aquí en la ciudad la vida es otra cosa. La gente se
casa a los cuarenta. A mi edad se viaja, se disfruta…
Sí, tengo que confesar
que la otra vez, en una reunión de trabajo, me avergoncé por ser la única que
aún no conocía el sudeste asiático. Todos hablaban maravillas de Tailandia o
Vietnam. Y yo me moría de vergüenza sólo con pensar que el último verano
me la había pasado en Mar del Plata, tirada al sol como un lagarto,
quejándome de lo gorda que estaba mientras comía medialunas (bah, croissants) como si no hubiera un mañana.
¿Hice tanto esfuerzo por
reinventarme, por escapar de mi destino de provinciana, sólo para terminar
igual que mi madre?
Sé que Guille es divino.
Que en la cama está muy bien. Que desde que cocina duermo mejor todas las
noches, pero…
¿El haber encontrado al
hombre perfecto es motivo suficiente
para encadenarse de por vida?
¿Y si en la tienda hay
algo mejor?
¿No soy demasiado joven
para sepultarme en el matrimonio?
Como ves estoy
desesperada. Guille ya habla de casamiento hasta en la cama. Y ayer vi que
había marcado una publicidad de anillos. ¿Será tan cursi como para hacer una
propuesta formal? ¿Quién hace eso hoy en día? Y si la hace, ¿qué le digo?
Espero tu respuesta.
Un beso.
Sistemáticamente
desesperada.