martes, 20 de septiembre de 2016

La creación literaria


¿CÓMO NACE UNA IDEA LITERARIA?



Mis ideas surgen siempre de un hecho real. Una historia que alguien me cuenta sin saber que me la está contando. Es común que se acerquen a mí para darme su versión de una historia romántica, pero ese tipo de relatos no me sirven. Todos “adornamos” nuestra propia vida para ocultar miedos y miserias. En la observación de aquello que se oculta surge el relato. Y siempre intentando resolver la pregunta que dio inicio a la historia: ¿por qué se enamoró esta persona?, ¿qué buscaba en el otro?, ¿lo obtuvo?, ¿es feliz, o sólo cree serlo? Como ven soy muy ambiciosa. Luego de planteado el problema empiezo a fantasear con situaciones. Cosas que me ocurren a mí, pero que trato de vivir como si fuera el personaje. Después, cuando ya tengo todo medianamente resuelto comienzo a escribir. Y ahí generalmente termino poniendo en el papel cosas muy distintas a las que me había planteado en un principio.
A mí me gustan los personajes de carne y hueso. Saber qué piensan, qué sienten. Investigo a la gente que me rodea, y también me acerco a aquellos cuyas historias me relata el amigo de un amigo, y que me fascinaron. Por ejemplo, la novela todavía sin publicar “Amor próximo” relata la historia real de un amor entre cuñados. Para mí fue un verdadero martirio. Resulta que mi cuñado me conoce desde los 17 años, y fue para mí un verdadero hermano. Todo me hacía ruido. Así que en la novela tuve que quitar a los hijos de la ecuación, (en la realidad el que fuera tío por veinte años terminó siendo un padrastro), dije que prácticamente no había contacto entre ellos, (cuando los otros se habían visto cada fin de semana desde que se conocieron), y que el ex marido merecía ser abandonado, (cosa que era relativamente cierta).
Si escribo algo muy extraño en mis novelas, decididamente es una historia real. Por otro lado, tengo la satisfacción que aquellos personajes que surgieron de mi imaginación cobraron vida a través de mis lectoras. El caso más conmovedor fue con “Renata, o cuántos kilos debo bajar para ser feliz”. Por esa época yo distribuía las novelas a través de mi página. Subía el primer capítulo, y la gente informaba su edad, país de procedencia, y me hacía sus críticas, luego de lo cual yo le mandaba el resto de la novela. Pues bien, un día recibí la carta de una muchacha que me decía que ella era Renata. Que como Renata solía ser gorda. Y entonces me contó sin más los primeros capítulos de la novela que no había leído, diciéndome que se encontraba en un dilema. Casualmente el mismo dilema que tenía por entonces mi protagonista. Y es que a la pobre niña le faltaba leer el final de su propia novela.


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