martes, 25 de agosto de 2015

Un regalo divino







Un regalo divino




Querida Repara Corazones:

¿Cómo se puede ser tan desgraciada cuando a una la fortuna le sonríe en forma descarada? Bah, más que sonreír me parece que se está burlando.

En casa todo estaba marchando re fab, (re fabuloso), con Guille. Estuve súper fogosa, (¡hasta hicimos el amor por la mañana, que es lo que más odio!), comprensiva, (me escuché pacientemente dos horas de quejas contra los idiotas culpables de que nuestra selección no ganara la Copa América de Fútbol), ¡y hasta cociné!, (un besugo con crema de espinaca que descubrí en el refrigerador de congelados del súper, y que estaba buenísimo)

Guille parecía intoxicado por mi amabilidad, (bueno, el pescado tampoco nos cayó del todo bien). Y más contento él, más culpable me sentía yo.

Sí, culpable.

Yo sé que soy la persona más afortunada del planeta. Porque conseguir a alguien como Guillermo no es cosa de todos los días. ¡Pero Mariano…!

Guille es fantástico, pobrecito. Pero de alguna forma es el “piso” de lo que una mujer como yo puede conseguir. Porque podré ser perfeccionista y testaruda, pero también estoy muy buena. Ya sé que no queda bien alabarse. Y no me malinterpretes, no quiero ser como mi tía, que  cada vez que te llevas un pedazo a la boca te ametralla con preguntas tales como “¿no me salió buena la torta?”, “¿no es la mejor que he hecho hasta ahora?”, “¿no parezco cocinera profesional?”

Bueno, siguiendo con la metáfora repostera, puede decirse que modestamente soy un bombón. Y quizás por eso Mariano está conmigo. Aunque puede que sea también por suerte. Porque cuando me sorprende el realismo frente al espejo del baño no puedo evitar decirme que mi Macho Posmo está muy por encima de mis posibilidades. Es como un regalo del Cielo. ¿Y puede uno renegar de un envío divino sólo porque tiene algo usado en casa que cumple la misma función?

¿Te das cuenta?

¿No sueno horrible?

¿Cuándo me convertí en una rubia tonta, si soy castaña desde que nací?

Macho Posmo me está haciendo perder la cabeza. Sus susurros en el elevador, sus insinuaciones en el almuerzo. Yo lo quiero mucho a Guille pero, ¿quién puede resistirse a la tentación de estrenar algo? Y si no lo hiciera, ¿no estaría el resto de mi vida preguntándome “qué hubiera ocurrido si…?”

¿Qué harías en mi lugar?

Espero tu respuesta.  
Sistemáticamente desesperada


P.D: Leí tu comentario sobre mi envío anterior y me quedé pensando. “Lo que suceda estará bien porque va a ser tu sedición” decía. Claro que después lo corregiste y “sedición” se convirtió  en “decisión”. Pero yo me quedé pensando… ¿no es acaso sedición lo mío? Porque en su segunda acepción “sedición” se define como  “sublevación de las pasiones”. ¿No me estaré alzando contra la autoridad de Guille, sólo porque tengo las pasiones sublevadas de tanta rutina? ¿Será en verdad mi decisión, o no tendré más chance que rendirme a la aventura por la chatura de mi novio?

viernes, 21 de agosto de 2015

Una tienda repleta de sorpresas



Una tienda repleta de sorpresas

 

Te agradezco con el corazón todos los consejos que me diste, aunque me resultaron muuuy duros. No creo ser tan egoísta como me describes. Sí que pienso en Guille y en sus sentimientos. De verdad lo quiero muchísimo. Pero no me parecería bien continuar en una relación por pura costumbre.   Creo que, como también dices, lo que mata es la rutina y el aburrimiento. Y coincido contigo en que a mi vida le está faltando emoción. O, mejor dicho, le estaba faltando, porque…



Te dije que era un poco perfeccionista, pero me faltó decirte que además era muy, pero muy empecinada. Y quizás por eso, sólo por eso, ahora estoy aún más desesperada que en mi carta anterior.



El otro día puede decirse que fue el peor de mi vida. A la mañana se incorporó un compañero al trabajo. Su nombre es…



Bueno, llamémoslo “Macho Posmo”, o mejor aún “MP”.



Un divino total. Y muy distinto a mi Guille. Porque Guille es lindo, pero tiene el eterno aspecto de haber terminado una maratón minutos antes. Tú entiendes: barba un poco crecida, cabello enmarañado, y un olor intenso a hombre, o mejor dicho, olor a hombre intenso sin acceso a una ducha. No digo que sea sucio, sino, ¿cómo lo explico? ¿Bastará con saber que su peluquero es el mismo desde la infancia? ¿O que sus jeans son de supermercado? Él es así. Un hombre como los de antes. Macho Posmo, en cambio… Digamos que mientras caminaba por entre los escritorios, ese moreno de metro ochenta iluminaba todo a su paso. Quizás por su sonrisa de 1000 dientes sospechosamente blanca, o por su traje a la moda que parecía lanzar destellos de tan prolijamente planchado, o por los zapatos de un negro resplandeciente, (¿dónde venderán ese betún?).



Por supuesto él no es de mi sector, sino de la gerencia, muchos pisos arriba de la oficina de Sistemas, cercana al olimpo de los poderosos.



Desde el principio hubo buena onda entre Macho Posmo y yo. Desde que nos miramos en el elevador hasta que chocamos en la cafetería de la planta baja. Y cuando digo “chocamos” no me refiero a una metáfora. Literalmente me lo llevé por delante, haciéndolo caer estrepitosamente.



De haber sido yo la caída, ¡qué papelón! Pero él cayó con gracia. Casi puede decirse que voló hasta el suelo. Nadie se burló. Todos parecían legítimamente preocupados por él, (¿quién no se solidariza con los poderosos?)



De haber sido yo la que estaba en el suelo por culpa de la torpeza de alguien más, de seguro el insulto hubiera llegado incluso antes del menor esfuerzo por levantarme. Pero él, no. Macho Posmo me miró con una sonrisa comprensiva. Tan magnánima, que dejó en claro a todos los presentes que él estaba allí por mi torpeza, y no por la suya. “¿Te lastimaste?”, llegué a farfullar, tragando malamente las papas fritas robadas a la bandeja que llevaba en las manos. “Sólo el orgullo”, respondió él con un encanto que dejaba a las claras que una tragedia semejante era imposible.

Y no sólo se puso de pie como si fuera uno de esos bailarines de la tele, sino que pasó el resto de la hora del almuerzo tratando de confortarme en mi vergüenza. Ya te dije que mis compañeros de trabajo son todos hombres ¿Alguna vez viste algo más chismoso que un hombre en horario de oficina?... Las risitas suspicaces no tardaron en llegar. Pero MP, (Macho Posmo), las ignoraba por completo… De verdad: es el tipo más sutil y elegante con que haya estado nunca. E igual de sutil fue para preguntarme si estaba saliendo con alguien. Lanzó unas cuantas frases del tipo “es difícil para un soltero tener  la casa limpia, ¿te ocurre también a ti?”, o “a veces quisiera que me esperaran con la comida lista, ¿sabes a qué me refiero?”. Y yo… Ay, yo… ¡Qué cobarde!

Claro que soy incapaz de ser infiel. Pero la verdad es que, aunque sé que como dicen mis compañeros de oficina “estoy buena”, la verdad es que nunca antes alguien tan cercano a las nubes se había sentido interesado en mí “de una”. Y digo “de una” porque alguna vez he logrado salir con uno de esos tipos que las demás mujeres se dan vuelta para mirar, pero no sin un gran esfuerzo, (y mayores concesiones), de mi parte.



PM, en cambio, (modestamente), parecía embrujado.



¿Por qué me llama eso tanto la atención, si yo tengo lo mío? ¿Será por este desierto de halagos al que Guille me tuvo confinada durante cinco años? ¿No es la convivencia el final del amor propio? ¿O quizás tienes razón, y sólo estoy buscando excusas para justificar lo injustificable? Sí, porque para cuando a eso de las cinco de la tarde me volví a encontrar con MP y así, sin más, me preguntó si estaba sola, le dije que sí. Y sí, a ti te consta, me siento muy sola.



¡Qué mal! Desde que llegué a casa no hago más que reprocharme. Y casi no puedo ni mirar a Guille. Una, por la vergüenza. Pero también… También por no comparar.



¿Ahora qué hago? ¿Le confieso a MP que le mentí? ¿Le cuento a Guille lo que me pasa? ¿O disfruto del paseo a una tienda repleta de sorpresas? ¿Me arriesgo a quedar como una idiota con Macho Posmo, o a perder a Guille?

¿Qué hago?!!!!

Espero tu respuesta – Sistemáticamente desesperada 


lunes, 17 de agosto de 2015

El sweater de mi vida


 

El sweater de mi vida


Querida Repara corazones:

Con treinta y un años cumplidos, la verdad es que me siento un poco ridícula escribiéndole a una consejera sentimental. Pero soy una chica de provincia viviendo en una ciudad gigantesca y loca como Buenos Aires, y la familia y los amigos quedaron muy atrás. 
Necesito hablar con alguien porque de lo contrario voy a enloquecer.
Sé que otros recurren a los compañeros de trabajo, pero como soy licenciada en sistemas vivo rodeada de hombres. Y todo bien con los chicos, unos dulces. A ellos puedo recurrir para saber si la ropa que me compré me queda, o si algo es muy provocativo.  Y no porque les pida opinión, sino por las miraditas que me echan cuando paso con una falda nueva, o las risitas cómplices si el jean que estoy estrenando me marca demasiado el culo. Puede decirse que de tanto estar con hombres ya sé leer sus intenciones con sólo escucharlos hablar de fútbol. Pero cuando se trata de sentimientos… Es como que esa materia ningún varón  la aprueba ni siquiera raspando. Y yo estoy desesperada.
Sé que otras te escriben para contarte lo mal que les va en la vida. Que no tienen novio, o que el tipo que tienen al lado se acuesta con todas. Pues a mí no me pasa nada de eso. Hace cinco años que vivo con un dulce. Es re bueno, se ocupa de mí…
Ahora me siento un poco culpable por escribirte.
¡Pero de verdad estoy desesperada!
Bueno, para que entiendas lo que me pasa primero tengo que explicarte un poco cómo soy yo. Yo soy… Bueno, es cuestión de oficio. A mí me pagan para que encuentre la mejor forma de obtener un resultado. Vivo preguntándome si no hay una manera más eficiente de hacer las cosas. Soy un poco perfeccionista, y no me conformo con nada a medias… A ver, ¿cómo te explico?... Por ejemplo, suponte que me regalan un sweater. Es hermoso y me queda divino. Me miro una y otra vez al espejo, y me encanta. ¿Qué harías tú si, en vez de esos obsequios horribles que sólo te pones para mostrar que el regalo te gusta, llegara a tus manos el mejor sweater de tu vida? ¿Te lo quedas?... Pues yo no. Yo no soy así. Yo pienso: “si esta maravilla estaba oculta en una tienda… ¿cómo sé que esa tienda no esconde aún algo más maravilloso?”. Y ahí corro yo a cambiar el mejor regalo que me dieron en la vida. Es cierto que generalmente regreso con lo mismo que llevé. Pero necesito ir y chequear con mis propios ojos que no me estoy perdiendo de nada. 
¿Seré sólo yo, o a alguien más le ocurrirá lo mismo?
Para definir mi manía mi novio dice que soy una rompe pelotas.
Y ahí está el problema. En mi novio.
Y no es que no sea un dulce… Demasiado dulce, tirando a empalagoso. Digamos que mi problema puede resumirse en “cinco años chupando el mismo caramelo”. Y todo bien con Guille… Pero siento que a esta altura del partido lo tengo más caladito que a una sandía. De repente sus defectos, que antes hasta simpáticos me parecían, ahora me caen gordos.
 ¡Ja! Ahora que digo eso me doy cuenta que igual ocurre con su cuerpo. Guille es súper atlético, y eso siempre me gustó de él. Sus músculos tensos, un culo firme… Pero ahora se le ha dado por hacerla de chef. Bien por él, porque decididamente la cocina no es lo mío. Pero ya me tiene harta mirando “El gourmet” por la tele, y sobre todo, ya no soporto tener que limpiar sus inventos de la mesada. No soy sucia pero no me gusta limpiar. Y como él cocina, pretende que yo me haga cargo del millón de platos y cacerolas que deja atrás. Por cierto: no soy experta, pero creo que cuando dice que la salsa toma mejor gusto cuando se pega al fondo, me está “caminando” para tapar su impericia.
Perdón, me fui de tema. Es que ayer peleamos porque dejé la cocina sucia, él se levantó en medio de la noche a buscar agua y…   Bueno, a mí tampoco me gustaría tener que limpiar una cucaracha de mi pie a las tres de la mañana. (Guille es muy sensible con el tema de las cucarachas. ¡Se ve que nunca vivió en el campo!)
Vuelvo, porque esta carta ya se está haciendo larga. 
Guille es divino. Pero aburrido, previsible y un tanto empalagoso. Yo estoy muy cómoda a su lado. Incluso el sexo está  muy bueno, pero… ¿seguro que no hay nada mejor en la tienda? Todo el tiempo me pregunto lo mismo. Por más feliz que sea con él, ¿no podré ser aún más feliz con otro?
Siempre intenté alejar esas ideas de mi mente. Pero ahora a Guille se le puso en la cabeza que tenemos que casarnos. ¡Casarnos! ¿Puede ser que justo a mí me toque el último tipo romántico del planeta? Él dice que de verdad está enamorado y no ve el motivo para esperar. Pero yo creo que todo es culpa de Mica. ¿Quién es Mica? Su novia anterior. Nunca la conocí, pero existe la fábula de que  la chica era un camión con acoplado. De esas rubias estúpidas que todos se dan vuelta para ver. Y parece que él estaba muy enamorado. (¿Por qué hay tipos que siempre piensan que están muy enamorados?) Bueno, cuestión que la tal Mica lo dejó. Así, sin más. Se encontró otro y lo dejó.  Y se ve que él se quedó traumatizado o algo así, porque ahora no hace más que darme lata con eso del matrimonio. ¡Qué tipo inseguro!
Y más insiste Guille con eso, más me pregunto si no habrá algo mejor en la tienda.
Soy muy joven para compromisos.
Bah, sé lo que diría mi madre al respecto. En los pueblos como el mío los treinta años son la barrera cruel que separa a una jovencita de una solterona. Mis compañeras de liceo están todas casadas y con hijos grandes. Pero aquí en  la ciudad la vida es otra cosa. La gente se casa a los cuarenta. A mi edad se viaja, se disfruta…
Sí, tengo que confesar que la otra vez, en una reunión de trabajo, me avergoncé por ser la única que aún no conocía el sudeste asiático. Todos hablaban maravillas de Tailandia o Vietnam. Y yo me moría de vergüenza sólo con pensar que el  último verano  me la había pasado en Mar del Plata, tirada al sol como un lagarto, quejándome de lo gorda que estaba mientras comía medialunas (bah, croissants)  como si no hubiera un mañana.
¿Hice tanto esfuerzo por reinventarme, por escapar de mi destino de provinciana, sólo para terminar igual que mi madre?
Sé que Guille es divino. Que en la cama está muy bien. Que desde que cocina duermo mejor todas las noches, pero…
¿El haber encontrado al hombre perfecto es motivo suficiente  para encadenarse de por vida?
¿Y si en la tienda hay algo mejor?
¿No soy demasiado joven para sepultarme en el matrimonio?
Como ves estoy desesperada. Guille ya habla de casamiento hasta en la cama. Y ayer vi que había marcado una publicidad de anillos. ¿Será tan cursi como para hacer una propuesta formal? ¿Quién hace eso hoy en día? Y si la hace, ¿qué le digo?
Espero tu respuesta. 

Un beso.


Sistemáticamente desesperada.


martes, 11 de agosto de 2015

¡Sí, volvimos!





¡Sí, volvimos!

 

Chicas & Chicos:

 

Ustedes se preguntarán quién es el culpable de este largo silencio. Pero  a mí no me gusta acusar a nadie, así que por ningún motivo les voy a decir que la culpa la tiene Ceci. La muy taimada decidió abandonarme para escribir su propia historia de amor, junto al hombre de su vida. Yo, por supuesto, no soy vengativa. Así que no esperen que cuente los pormenores de su casamiento, (uno de los más románticos a los que tuve el placer de asistir), 
…o por lo menos que no lo haga sin disfrazarlos un poco.
Y es que yo soy así. Mis relatos siempre se nutren en historias reales que me gusta entender, (ficcionar), hasta el último detalle.
Quizás por eso cuando me encontraba paseando por Praga tuve una repentina inspiración. Sí, porque este año abandoné el otoño argentino para correr a los brazos de la bella capital checa. ¡Y fue amor a primera vista! Allí estaba yo, abusando de mi pobre telefonito, un Samsung modelo anticuado, dispuesta a fotografiar toda la belleza de la ciudad en primavera, cuando repentinamente me sacudió la inspiración. Bueno, en realidad el que me sacudió fue un japonés con su cámara fotográfica último modelo. Y lo hizo hasta tumbarme.
Hasta allí nada nuevo. Lo habitual en cualquier punto turístico en donde hubiera algo para fotografiar. Pero hete aquí que estos japoneses, (¡porque eran muchos!), tenían cámaras, trípodes, paraguas, cajones de luces… ¡Una verdadera producción fotográfica!
Claro que me detuve para ver quién era la estrella o el modelo que ameritara tanto despliegue, pero al darme vuelta me sorprendí al descubrir que se trataba de… ¡una pareja de novios, con todo y  traje de bodas! ¡Sí!, para envidia del resto de los mortales que a la hora de pagar por sus recuerdos tiene que conformarse con las fotos del tío, porque no le alcanza ni para el fotógrafo del barrio, parece que un gran número de japoneses mudan los retratos de su evento a las cúpulas y los puentes de Praga. Y allí van, a miles de horas de vuelo de Japón, con equipos, personal, vestido soñado, y..,  ¿qué me falta?...  ¡Ah, sí!, el novio.
Y no era uno. Vi un montón. La ciudad entera parecía un gran decorado para celebrar el amor de algunos afortunados.
Y así, mirando con curiosidad a estos novios, tan chiquitos que parecían escapados de un pastel, comencé a reflexionar en esa necesidad extraña que tenemos los humanos de documentar el amor. Y entonces, enamorada como estaba de una de las ciudades más hermosas del mundo, los extrañé muchísimo.
Así que fue todo llegar acá para que, caída del Cielo, Pau solita me contactara.
Tengo que confesar que antes de darle el visto bueno para “Volver a Empezar”, me choqué con algunos “Pequeños Pecados”, y no fue hasta que Pau me obligó a ver todo “A través de mis (sus) ojos”, que por fin me decidí. La verdad es que estaba bastante enfurruñada. Sucede que en mi ausencia las novelas se fueron esparciendo por la red, con gran éxito de lectura y críticas. ¡Muy agradecida! Pero ocurre también que muchos de esos lectores tuvieron que pagar por una novela que yo, (su autora), difundía gratuitamente. Otros se encontraron con textos modificados. Y hasta hubo una persona que se dedicó a cambiar el nombre de todos los personajes principales por la palabra “Poncho”, a fin de evitar que alguien le pirateara las novelas que ella había pirateado. 


¿Y el copyright? Bien, gracias.


La pobre Pau estuvo trabajando días completos para borrar todo el material no autorizado. Y en cuanto al dinero cobrado… Me encanta saber que estoy contribuyendo al sostenimiento de las grandes corporaciones, no vaya a ser que pierdan algún millón.
Cuestión que la mejor forma que encontramos para evitar esto fue Amazon, y hasta ahora estamos felices por la repercusión. Claro que no es perfecto. A mí me gustaba que los textos fueran gratuitos ya que son sus historias las que nutren mis relatos, (bueno, y las mías también, por supuesto, que las tengo y muy interesantes).  Y cuando digo eso no les estoy “dorando la píldora”, sino que refiero la más absoluta realidad.
Porque de verdad nunca voy a olvidar a la lectora que perdió su virginidad junto con Ifi.
O a la otra lectora cubana que caminaba veinte kilómetros a pie para llegar al único ordenador disponible y así leer las historias.
O al que leía mis novelas para entender a las mujeres.
O a la que luego de leer el primer envío me dijo que ella era Renata, y me contó los dos capítulos siguientes, que  por supuesto no había leído. Y que ahora se encontraba en una encrucijada, como la mismísima  Renata en el capítulo cuatro. ¡Claro que estaba angustiada!, a la pobrecita todavía le faltaba leer el final de su propia historia.
O al otro que…
Mejor no me entusiasmo porque tengo anécdotas como para llenar un libro. Entonces, ¿cómo cobrar cuando somos co- escritoras? Pau ya les dijo una trampita para bajar gratis De Rencores y Venganzas. La idea es poner todas las novelas, (nuevas y viejas), por tiempo limitadísimo para que las puedan leer de forma gratuita.
Y así, siguiendo con las ganas de trabajar juntas para escribir y divertirnos, les propongo un juego:

¿Qué tal un nueva historia en el  blog?

 

Esta vez va a tratarse de “Repara corazones”, el consultorio sentimental de un sitio web. Martes y viernes alguien se va a comunicar con ustedes para pedir su consejo y guía. Chicas un poco despistadas y algo testarudas, pero buena gente.
Claro que al principio no espero muchas respuestas, (¡todavía  se quejan por no poder participar de Ifi porque la descubrieron tarde!). Pero no importa. Igual vamos a empezar a calentar las cosas, (¡en todos los sentidos del término!)
Espero que les guste.
¡Hasta pronto!

Clara Voghan

p.d:  acá van las fotos de mi viaje a Praga.



NOVEDADES 2015

 

Disponible para tablets y celulares