miércoles, 2 de diciembre de 2015

Amo a la Pequeña Lulú



 ¡¡¡Amo a la Pequeña Lulú!!!




 

Gracias Marge 
(Marjorie Henderson Buell) 
por tantas risas y sonrisas.
Por tus personajes y por tu sabiduría.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Una “yegua” satisfecha



 

 

 

Una “yegua” satisfecha


Querida Repara corazones:

Después de “elvirear” a la madre de Vanina, y aún a riesgo de quedar como una verdadera arpía, me mantuve en mis trece.
La novia de mi novio tenía que regresar a su categoría de “ex”, aunque eso significara volver al infierno del que estaba escapando. Porque, estarás de acuerdo conmigo, no es justo que yo pague por su situación.
Claro que Guille no parecía demasiado convencido, pero al final se convenció. Mejor dicho: al principio se convenció. Porque a las tres en punto, cuando Vanina ya no estaba en la casa, (¿por qué no estaba en la casa, si esperaba ese llamado?), se comunicó la madre al teléfono de línea.
Atendí yo. “¿Está Guillermo?, me preguntó. Y por supuesto como soy civilizada le pasé de inmediato con mi novio. Claro que como no soy estúpida me colgué del teléfono del cuarto para escuchar.
Es que todo era súper raro. ¿Por qué pedir por “Guillermo” y no por la hija?
Cuestión que le hizo una historia larguísima. Le dijo que el “stalker” de Vanina, (te juro que lo dijo así, en inglés, como si no existiera la palabra acosador), bueno, que el tipo estaba como loco rondando su piso. Que también la había amenazado a ella, y que era importantísimo que Vanina continuara refugiada en nuestra casa al menos por diez días más.
Hasta ahí, vaya y pase. Casi que incluso yo me conmoví. Pero después de eso empezó a decir que “Vaninita” estaba muy cambiada. Que ya no era la misma mocosa consentida que había vivido con él. Que ahora estaba muy arrepentida por haberlo dejado para irse con otro, (¿?). Y que para Vaninita, Guille había sido el gran amor de su vida, (¡!)
Pues lo lamento, pero queda claro que el gran amor de la vida de Guille soy yo, porque el compró solamente una vez un anillo, y fue para mí. ¡Para mí!
Bueno, volviendo al teléfono… Guille, siempre tan locuaz, por supuesto no le respondía nada. De hecho, conociéndolo como lo conozco, estoy segura de que estaba tan sorprendido como yo.  Y más aun considerando lo que me contó después. Porque cuando cortó con la señora, yo, con mi mejor cara de inocente palomita, le pregunté qué le había dicho.
Él pobrecito fue bastante sincero. Contó lo del acoso del stalker, y obvió el que la vieja le hizo a él. Lo único que mencionó fue que la madre de Vanina debía estar realmente desesperada, porque mientras que cuando era el novio de la hija no lo soportaba, ahora parecía amable. Y ahí, repensándolo todo, me di cuenta de que en verdad la dama había sonado no sólo amable, sino… forzada. Como si repitiera a disgusto un libreto escrito por otro.
Como sea, traté de disuadir a Guille acerca de extender el asilo a nuestro huésped, pero finalmente cedí. No sé si piensas lo mismo, pero creo que me estoy enfrentando a una rival muy peligrosa, que ya sea por amor o desesperación, está empeñada en sacarme el novio. No voy a permitir que me deje como una loca histérica y malvada. Porque estoy segura que, de obligarlo, Guille terminaría aceptando echarla a la calle. Pero sólo lo haría porque odia toda confrontación. Claro que como buen ingeniero no tardaría mucho en hacer cuentas, y entender que había salido perdiendo. Porque, ¡vamos!... Guille puede aspirar a la mujer que quiera. Es lindo, inteligente, tiene su propio piso, es re re bueno. Jamás dice una palabra de crítica. Bueno, para ser sincera jamás dice una palabra. La charla no es lo suyo.
Y a cambio de tantas virtudes lo único que pide es un poco de paz y algo de sexo. Bueno, y la casa ordenada, la comida lista y la ropa planchada. Pero en eso es autosuficiente. O al menos así lo acostumbré. Pero si ahora Vanina va a menear sus piernas larguísimas mientras limpia, plancha y cocina…
¡Ay, Repara! Nunca creí que pudiera perder a Guille. Anoche no pegué un ojo pensando… Bueno, también haciéndole el amor a mi novio, como no lo había hecho en años. Claro que hubo más de voluntad que de pasión en tanto ardor. Y no porque Guille no sea buen amante, sino porque yo no podía olvidar la cara de satisfacción de la yegua cuando le dijimos que podía quedarse. O la de MP… ¿Te conté lo de MP, no?... ¡No! Bueno, voy a tener que dejarlo para la próxima porque esos dos están meta reírse en la cocina. Y yo me muero por saber qué es “tan” gracioso.
Besos

Sistemáticamente desesperada

jueves, 19 de noviembre de 2015

Una mina bien turrita



Una mina bien turrita


Querida RC:
Voy a ser breve, porque tengo la sensación de que Vanina me está espiando. El otro día la vi con mi laptop. Claro que se excusó diciendo que era el único ordenador de la casa. Pero ayer tenía mi móvil en la mano. Según ella sólo lo había levantado para limpiar la mesa, pero yo no le creo nada.
Y esa es otra… ¿Por qué tiene que estar limpiando todo el tiempo? ¿Por qué tiene que jugar al ama de casa ideal, si cuando vivía junto a Guille era tan sucia como yo?
Aquí en mi patria decimos que cuando una mujer es así, es “una mina bien turrita” Porque “turrita es… esa que te hace quedar mal por puro gusto. O la que te saca el novio con la excusa de que él no era feliz, pobrecito. O la que se acuesta con el chico que le gusta a la mejor amiga. O la que cuando tú le dices que en tu casa una de las dos sobra, te contesta como hizo Vanina: “Te entiendo completamente. Y por supuesto la que sobro soy yo. No fue mi intención molestarte. Y de no haber estado mi vida en peligro, jamás me hubiera atrevido a invadir tu intimidad. Pero no te preocupes. Ya mismo me contacto con mi madre para ir a su casa. Después de todo ya pasaron cuatro días, y quizás ahora no sea tan peligroso”
A ver, querida Repara, no hace falta leer entre líneas para entender el subtexto. ¡Y todavía peor fue la forma en que lo dijo! Yo le había gritado como una loca, y ella, de puro turrita, me respondió como un “bambi” frente a los fusiles de los cazadores.
“Quizás ahora no sea taaan peligroso”, sonaba a: “Estoy dispuesta a inmolarme en aras de tu felicidad egoísta”
Y entonces, al escucharla, de repente me di cuenta cómo habían funcionado las cosas entre Guille y ella durante la convivencia. Presencié la forma descarada en que Vanina podía manipularlo. Porque Guille es así. Un dulce que no soporta la debilidad de una mujer. Con la madre es igualito. Ella llora un poco y…
¿Te das cuenta por qué soy la mujer perfecta para mi novio? Yo no histeriqueo. Voy de frente. Nada de llantos estúpidos ni palabras a medias.
Y por eso cuando la muy perra me dio la razón, esperando conmoverme y lograr un indulto de última hora, yo, por el contrario, me limité a escucharla como quien oye llover.
¡Turradas a mí! ¡Vamos!
Por supuesto Guille se súper enojó conmigo. Y ahí casi se me escapa de nuevo el “ella o yo”, pero pude frenarme a tiempo. ¡Ni muerta le daba la chance de elegir!
Por el contrario, con la mayor calma que pude le expliqué que yo estaba en una situación muy incómoda. Que él hubiera reaccionado igual o peor de tratarse de un novio mío. Y entonces sí que le cerré la boca, porque Guille cuando quiere es muy celoso.
A diferencia de lo que ocurre con un GPS cuando más lo necesitas, la muy cerda de Vanina recalculó en un segundo. Entonces me pidió que llamara a casa de su madre desde mi móvil y que dijera “Elvira”, y luego cortara. Explicó que esa era la palabra clave para que su madre supiera que necesitaba hablarle, y así la buena mujer encontraría un sitio seguro para que pudieran comunicarse.
Te juro que me sentí como una súper agente 99 del subdesarrollo.
Guille, en cambio, volvió a mirarla con la misma cara de súper héroe que había servido para sacarme de quicio en un principio.
¿Qué crees? ¿Estoy manejando bien la situación?... ¿Qué es más peligroso: dejar que la intimidad siga creciendo entre esos dos, o quedar como la desalmada de la historia?
¡Por favor!
¡Necesito tu consejo con urgencia!
Yo, tu sistemática.

martes, 17 de noviembre de 2015

fondo de pantalla de RENATA





Celebrando la promoción que estamos haciendo en Amazon de RENATA en inglés preparamos un fondo de pantalla que esperamos les guste.

Clara

martes, 10 de noviembre de 2015

Una perra astuta (y sulfatada)



 

 

 

 

Una perra astuta (y sulfatada)


Querida Repara:

¿Te conté lo del mensajito de Mariano?

“Tnmos q.*:)] hablando por teléfono" decía.

Digo yo, ¿no estamos un poco creciditos como para comunicarnos a través de dibujos? Él será muy posmo, pero su inhabilidad para levantar el teléfono y decirme las cosas clarito ya me está hartando un poco.

En el resto de mi vida las cosas tampoco funcionan.

Yo me levanté convencida de que los demás, (Guille y Vanina), intentarían hacer las paces conmigo. Porque, después de todo, la agraviada era yo. De hecho ya había pensado una estrategia para hacerlos sentir aún peor. Pero no. Ni pizca de arrepentimiento por ninguno de los dos frentes.

Incluso mi novio insistía con eso de que yo “tenía” (¿?) que disculparme con Vanina por el mal rato que le había hecho pasar. ¡Con ella! ¡¡¡¡¡¿Y mi mal rato?!!!!!

Lo más desagradable fue cuando me levanté. No sólo ya no quedaban rastros de mi ataque, sino que la mesa del desayuno estaba servida con esmero. Como si mi rival fuera la dueña de casa y yo, la adolescente díscola. Así, dispuesta a hacerte caso y “plantarle cara” a esos dos, me senté entre ellos, y tragué sin ganas el jugo de naranja que tenía servido, (que para peor era exprimido, sin hollejos como le gusta a Guille, y riquísimo), y después me dediqué a mirarlos con rabia. Guille tampoco necesitaba hablar para tirarme dardos envenenados. Le bastaba con esos ojos acusadores que tiene, (y por cierto sus ojos son mucho más lindos que los de Mariano). La única que comía como si nada era Vanina. Las medialunas, (croissants, bah), se veían deliciosas, así que, por dentro, con cada bocado de ella, iba mi maldición: 

"¡Ojalá que toda esa grasa se te fije a las caderas, flaca malvada!"

Bueno, al final me harté. Y así, sin anestesia, le escupí: “¿Entonces cuando te vas?” Porque queda claro que una de las dos sobra”

Guille saltó como un resorte. Y ahí me di cuenta del error que había cometido. Porque después de la escenita de la noche anterior, era obvio que él ya se preguntaba si la que estaba de más era yo. ¡Te juro! Lo leí en su mirada.

Y entonces sentí un miedo horrible. Qué digo miedo, ¡terror! Y de repente me di cuenta que, sí, querida Repara corazones, tienes razón, amo a Guille. Que con él puedo quedarme en zapatillas mirando una peli tonta, comiendo pochoclos, y estoy mucho más feliz que en veinte bares de moda, escuchando las pavadas de Mariano.

Y ahora me pregunto: ¿por qué dejé que esto de MP llegara tan lejos? ¿Por qué no acepté el anillo de Guille de una?

Pero es inútil recriminarse. La verdad es que estoy frente a una rival peligrosa. Porque queda claro que la niña está tan arrepentida como dispuesta a todo por reconquistar al ex. Y cuando digo a todo, es todo. La señorita es una verdadera perra. Una perra astuta, y sólo por eso logró dejarme tan mal parada con su respu

Disculpa. De nuevo el teléfono de línea para mí. Estoy segura de que es algún banco, o algo así, pero

Te dejo.

Después te sigo contando de Vanina y su malvada respuesta

Tuya


Sistemáticamente desesperada

 y arrepentida


sábado, 7 de noviembre de 2015

Una cuestión ÍNTIMA





 

Una cuestión ÍNTIMA


Querida Repara Corazones:
¡Menos mal que estás ahí para escucharme! Porque últimamente me siento más sola que nunca. Mi vida es horrible y
¡Espera! ¿Te conté lo que me encontré en mi propia casa ayer, mientras inocentemente regresaba del after office, no?
 ¡¡¿No?!!
Fue espantoso. Y tú, de toda la gente en este mundo, eres la única que puede entenderme. Porque mientras yo fantaseaba con encontrar a mi actual teniendo sexo salvaje con su ex en mi propia cama, los muy traicioneros estaban haciendo algo mucho peor. Porque de haber estado en la cama, vaya y pase. Porque esa Vanina, por desgracia, es espectacular, y mi novio un hombre muy hombre, así que un encuentro casual, o hasta una discusión por los viejos tiempos podría haberlos confundido, y en la urgencia del momento arrastrarlos a la locura. Yo, por supuesto, soy una mujer inteligente y podría haberlo entendido. Claro que hubiera corrido sangre, y mucha, porque soy inteligente pero no estúpida. Creo que la hubiera acuchillado a ella primero, y después a Guille. Pero lo hubiera entendido. Era algo sin maldad ni premeditación.
En cambio cuando llegué a casa….
¡Qué horror!
Estaban los dos sentaditos, uno al lado del otro, frente a la tele mirando esa película cómica de las damas de honor, y que habíamos quedado en ver juntos.
Hasta allí, vaya y pase. Tragué saliva, cerré la puerta.
 ¡Y entonces lo vi!
Ahí, ubicado en la mesa ratona, justo en medio de los dos. ¡Ay, Repara Corazones!, sé que vas a entenderme, porque Guille está convencido de que sobre actué, pero en esa estúpida mesita había… ¡un bol repleto de pochoclos!
Sí, pop corn o como te guste llamarlo. Y ese maldito bol era la prueba más evidente de la premeditación y alevosía de semejante encuentro. Me bastó ver el maldito bol para imaginarlos como una vieja pareja, decidiendo qué hacer un viernes a la noche. Seleccionando la película, y concordando en algo para picotear y así relajarse. Una buena forma de hacer de toda la experiencia algo perfecto.
Casi podía verlos juntos, ella inclinándose para buscar la sartén, olvidada en algún rincón oscuro de la alacena, por supuesto. Él, acercándose para ayudarla, rozándola, riendo ante cada encuentro. Y luego el aceite hirviente, recalentando no sólo la sartén, sino también los recuerdos. Y las carcajadas al sentir los primeros saltos del maíz. El trabajo conjunto de acaramelarlo, probándolo, dándoselo de probar al otro con sensualidad.
¿Tú me entiendes, no? Puedo justificar la pasión o el deseo. Pero toda esa intimidad que el maldito bol de pochoclos implicaba estaba fuera de toda comprensión. Y es que, al menos para mí, no es el sexo lo que define una pareja, (después de todo uno puede acostarse con cualquiera), sino esa coreografía íntima que con los años aprenden a dibujar aún en los actos más rutinarios.
(¿Está buena la frase, no?)
¿Tengo que aclararte que no reaccioné bien al verlos?
“¡¿Qué es esto?!”, grité enfurecida, levantando el bol.
“Pochoclos”, me contestó Guille sin entender lo que yo no entendía.
Y entonces, por toda respuesta, volqué los pochoclos sobre la cabeza de los dos tortolitos, para después estrellar el bol contra la pared, mientras seguía gritando como loca.
La verdad es que ni así logré desahogarme. Después, todavía a los gritos, me encerré en mi cuarto.
A los 15 vino Guille. Parecía preocupado. Se sentó a mi lado en la cama, y yo ya estaba evaluando echarme a llorar entre sus brazos, cuando el muy estúpido me preguntó: “¿Estás así porque te vino?”
¿Tengo que aclararte que lo eché a empellones, cerrando la puerta con llave hasta la mañana del día siguiente?
¿Qué les pasa a los hombres que cada vez que nos atrevemos a reclamar algo creen que sólo estamos sensibles a causa de las hormonas?
Por favor, dime que no sobreactué. Que no soy una loca  furiosa como creen Guille y esa yegua.
No sé. Todo esto es muy raro. Y para colmo ayer llamaron dos veces al teléfono de línea, preguntando por mí. Lo raro es que al escuchar mi voz cortaron.
En cuanto a Van
Disculpa, pero parece que otra vez me están llamando al teléfono de línea. Tengo que atender. Pero ni bien pueda me comunico contigo para contarte lo de Vanina.
¡Ah! Y lo del mensajito de texto de Mariano. Y
Te dejo, o Guille va a enloquecer.
Nos vemos.



Sistemáticamente desesperada 


sábado, 31 de octubre de 2015

Una pared ARDIENTE





Una pared ARDIENTE

Querida Repara Corazones:
Ayer leí tu consejo. Y sí, tienes razón, no puedo encarar todo “de una”. Tengo que ponerme metas. Así que esta mañana, más decidida que nunca a hacerte caso, me convencí a mí misma que lo mejor era ir a ese after office, y sin dar más vueltas explicarle mi situación afectiva a Mariano.
Claro que antes de eso tenía que explicarle a Guille mis motivos para ir al after office, ¡y entonces las vueltas fueron un montón!
Y es que desde que está con nosotros Vanina, todo en la casa parece marchar de maravillas. Por ejemplo, ayer, después de comer, cuando nos quedamos solos en el cuarto, Guille estuvo particularmente ardiente conmigo. Es decir, hacía mil años que el sexo entre los dos no era tan apasionado. Y si bien es cierto que mi entusiasmo estaba muy movido por los celos, fue Guille el que inició el juego. ¡Y cómo lo inició! Porque el chico suele ser más bien aburrido y rapidito, ¡pero cuando se lo propone!... Bueno, que todo estuvo increíble. Así que al ir a desayunar esa mañana no pude evitar lanzarle a mi oponente, (que aunque no está trabajando se levantó para desayunar  con nosotros), una de esas miradas de  “serás más linda que yo, pero él es todo mío”.
Respecto de lo del desayuno quiero hacer un paréntesis. Porque, yo no sé cómo será en tu casa, pero en la mía es como tener sexo casual: “rapidito y sin pensar demasiado en las consecuencias”. Por eso no es raro que suela atajar las tostadas cuando ya estoy en la puerta, (¿te hablé de mi tostadora, no?), y tomar el café esperando el elevador, (cuando termino dejo la taza en el pasillo y Guille la entra). Bueno, esta mañana no fue nada como eso. Esta mañana había una mesa servida, tostadas en el plato, y café en la jarra. Faltaba el jugo y bien hubiéramos podido filmar en casa una publicidad para la tele. ¡Parecíamos una familia perfecta! Claro que no me quedaba muy en claro quién era la mamá, y a quién la estaban teniendo de hija.
Vanina, a pesar de que apenas eran las siete de la mañana, estaba vestida y peinada con esmero. Claro que yo también tenía lo mío. Pero yo lo había hecho por el famoso after office, así que, aún a pesar de que todavía arrastraba los efectos beneficiosos de los ardores de Guille, (o quizás justamente por eso), no pude evitar una mirada de reproche para la intrusa.
Si ella se dio cuenta, no lo sé. Pero cuando saqué el tema del after office, mi Guille se puso como loco. Y eso hizo que me tranquilizara bastante. Porque después de todo, si todavía siente celos por mí, es señal de que de verdad no está interesado ni un poquito en la otra. Pero como yo soy muy obediente, y estaba dispuesta a seguir tus consejos a cualquier costa, seguí insistiendo con eso de que no podía perderme el “after”, porque de lo contrario iba a quedar “out”. Que en esas reuniones informales se decidían las cosas más formales de la oficina, y que de no ir corría riesgo de perder esos pocos privilegios que tenía con mi jefe y compañeros.
Guille seguía sin estar convencido. Y entonces ocurrió algo de lo más extraño, (es decir, más extraño aún que desayunar sentada a una mesa). Sí, Vanina empezó a darme la razón. A contar la historia de lo atada que se había sentido por los celos de su ex, y que por culpa de su desconfianza lo había perdido todo: el trabajo primero, y después a su ex. Pero si eso fue raro, más raro todavía resultó que sus palabras sirvieran para calmar de inmediato la ira de mi actual. Era como si Guille no se atreviera, o no pudiera contradecirla.
Te imaginarás en qué estado llegué a ese after office. Porque una cosa es encontrarte con un compañero de oficina teniendo un gustito a trampa en la boca. Y otra muy distinta es pensar que mientras tú sales, la trampa te la están haciendo a ti. Así que más pensaba en eso, más estaba dispuesta a escupirle “de una” a Mariano que yo tenía a alguien más.
Pero bastó que llegara mi macho posmo para que me olvidara de inmediato de mis buenos propósitos. ¡Él es tan divertido con su charla! O será simplemente que estaba extrañando el hablar de tonterías. Últimamente cuando Guille me dirige la palabra es sólo para quejarse del resumen de la tarjeta, o para contarme lo que le dijo el mecánico del auto, o, lo que es todavía más aburrido e incomprensible, lo que habló con mi suegra. Mariano, en cambio… No sé qué hablo con él, pero sé que me divierto mucho. Me rio. Me siento adolescente otra vez. Y no es sólo lo que dice. Es que cuando lo dice se nota que me tiene ganas. Y eso…
Para cuando empezó a insistir con lo de irse a otro sitio, sospeché que estaba planeando algo más. ¿Adónde quería llevarme? Para hablar de sexo me parecía demasiado rápido, (después de todo, ésta era la segunda vez que salíamos). Pero era obvio que, de repente, ese bar a oscuras ya no le alcanzaba.
Y más pensaba yo en eso, más mi conciencia me reprochaba por no haberle dicho de Guille.
Así que ni bien salimos de ese coqueto barcito en pleno microcentro porteño, a esa hora en que ya no queda nadie en las oficinas y las calles parecen un desierto, él, como si pudiera leer en mi mente que yo quería escaparme, me encerró contra una de las paredes dispuesto a darme un beso de aquellos. Y quizás porque la noche anterior mi pobre Guille había estado tan… tan… como antes, lo paré de una y le dije: “Perdón, Mariano, pero estoy viviendo con alguien”
Él me miró sorprendido, pero no tanto como yo hubiera esperado, (¿raro, no?), y me dijo: “Me importas demasiado como para que eso me importe”
¡Y me dio un beso!... ¡Qué beso! De esos besos con urgencia. Esos que te dicen que el tipo se muere de amor por ti. Que siempre te ha tenido ganas.
Sí, puede que sean ideas mías, pero la misma lengua que Mariano hasta entonces sólo había usado para hablar tonterías, ahora estaba siendo de lo más sabia y concienzuda para recorrer mi boca. Evidentemente a la hora del amor mi macho dejaba de ser posmo para convertirse en un macho a secas. Con todo lo que una espera de alguien así: algo áspero, pero con una fuerza subyugante.
¿Sabes cuánto hacía que no me besaban así?
Y quizás porque estaba tan seducida por ese beso, de repente todas mis alarmas se prendieron. De verdad yo no soy de esas. Una cosa era jugar a la trampa para levantar mi alicaído ego, (alicaído sobre todo después de ver a esa tonta de Vanina), pero otra muy distinta era jugar a dos puntas. ¡Yo no soy de esas!
Y fue cuestión de pensar que no le podía ser infiel a Guille, para imaginármelo besando a su ex de la misma forma descarada en que lo estaba haciendo Mariano conmigo.
Me puse como loca. Separé a Mariano, y sin darle tiempo a más corrí hasta la avenida y me tomé un taxi a casa.
Fue un viaje horrible. Porque en vez de reprocharme por lo que había hecho, comencé a fantasear con lo que encontraría al llegar a casa. Los gemidos de esa perra rubia cuando MI Guille le hiciera lo mismo que me había hecho a mí la noche anterior.
¿Y si sólo había tenido sexo conmigo con tanta vehemencia porque ya estaba pensando en la otra?
Te juro que subí a casa más como una amante despechada que como una esposa infiel. Estaba dispuesta a pelear, incluso a puño desnudo, por mi hombre.
Pero cuando abrí la puerta lo que vi fue todavía peor a cualquier cosa que hubiera imaginado.
Ay…
Disculpa… Tengo que dejarte. Al parecer alguien me está llamando por el teléfono de línea. ¡Qué raro! La gente suele llamarme al móvil.
Bueno, pero antes quiero que me digas… ¿Qué hago de mi vida? ¿Le doy una oportunidad a Mariano, o me conformo con mi vida chata? ¿Intento reconquistar a MI Guille, o simplemente mato a la rubia?

Besos


SD


sábado, 24 de octubre de 2015

Un horno que cocina demasiado rápido



 


Un horno que cocina demasiado rápido




PERDÓN, PERDÓN, PERDÓN POR LA DEMORA. Pero mi vida es demasiado complicada.

¿Tengo que decirte que la carne se quemó?

“¿Quién te manda a jugar a la cocinera?”, pensarás tú. Pues te diré quién… Pero a su debido tiempo. Y es que necesito apegarme a la hora para no enredarme más de lo que ya estoy.

Bueno, nos habíamos quedado en mi oficina a las 10:45, con Mariano y los demás idiotas mirándome con la burla pintada en la cara. ¡Estúpidos! Y es que para macho posmo el mío resultó bastante cavernícola: “Supe que me estuviste buscando” me dijo de forma que todo el resto escuchara.

¿No es increíble que a las mujeres sólo nos interese lucirnos delante de los hombres, aun cuando las otras nos odien por eso, mientras que ellos sólo buscan la aprobación de sus congéneres? ¿Lo notaste? Tú que lo sabes todo, ¿tienes idea de por qué son así?

La verdad es que con tanto idiota mirándome de reojo sentí la tentación de decirle “Sí. Te busqué para pasarte el nombre de esa crema para las hemorroides que tanto necesitas”. Pero no. Como buena mujer intenté cubrir su torpeza, (¿por qué hacemos eso?) Así que puse cara de melosa, y comencé a hablar lo más bajo que pude. Y más susurraba yo, mayor era el silencio en la oficina. Sí, como por arte de magia los chats se acallaron y el teléfono dejó de sonar. Ni siquiera se escuchaba el láser de la impresora.  ¡Y después dicen que las chismosas somos nosotras!

Claro que yo, siempre sistematizando mi vida, ya había pensado una salida elegante para la entrada bochornosa que había hecho en la oficina del macho posmo.

“Nada”, le dije como se usa ahora, para así sonar yo también un poco posmo (¿por qué la gente tiene que empezar una frase anunciando que lo que va a decir carece de importancia? ¿No sería más fácil dejar que el otro se diera cuenta solito? ¿O es que excusarnos de nuestra tontería nos vuelve menos tontos?)

“Nada”, repetí por las dudas, “es que como dijimos que estaría bueno volver a vernos, y yo últimamente estoy muy ocupada…”

Y ahí, como si fuera un televisor cuando comienza la tanda publicitaria, de repente elevé drásticamente el volumen sin que nada pudiera anticiparlo.

“…no quería que te hicieras ilusiones. Por eso fui a tu oficina”, concluí casi a los gritos. Y luego, mirándolo con lástima, agregué, (en el lenguaje más posmo que se me ocurrió): “Odio dejar a la gente “pagando”.

Y entonces, como por arte de magia, todo regresó a la normalidad. Mi jefe retomó su chat y los muchachos volvieron a interesarse en el resultado del partido del domingo.

¿No es curioso? De haber sido ésta una oficina de mujeres, y yo la víctima del desplante, el silencio, lejos de disiparse, se hubiera hecho lo suficientemente intenso como para escuchar el ruido de mi corazón al hacerse añicos. Pero ellos no. Ellos se solidarizaron con el caído. Los varones siempre tienen conciencia de gremio.

La verdad es que ahora MP me miraba con “cara de perrito abandonado en video de youtube”. ¡Súper tierno, pobrecito! Y con esa trompita encantadora y una mirada lánguida me dijo que era una verdadera lástima que yo no pudiera salir, porque hacía rato que él no la pasaba tan bien con alguien. Que siempre le había parecido hermosa (¡!), pero que ahora también le fascinaban mi inteligencia y mi encanto, (como se dice en mi pueblo: ¡chupate esa mandarina!)

Y más hablaba él, más pensaba yo en Vanina. A fin de cuentas siempre supe que a pesar de no ser rubia, alta ni flaca, yo también tengo lo mío.

Cuestión que cuando iba en el metro camino a casa todavía no entendía cómo era que después de todos mis buenos propósitos, al final había quedado con Mariano en salir este viernes after office. Y más pensaba en eso, más me preguntaba por qué, si tan interesado en mí estaba, ni siquiera se había tomado la molestia de avisarme de su partida. ¿Acaso no andaba el elevador, y la escalera del edificio estaba colapsada, que le fue imposible sortear los pisos que nos separan?

“¡Qué embrollones son los hombres!”, pensaba yo.

 Hasta que llegué a casa.

¡Qué horror!

¡Me quiero morir!

¿Podrás creer que la idiota de Vanina ya está instalada en MI casa? ¡¿Y la furia de Guille dónde quedó?!

¿Ahora entiendes por qué me quejo de él? Es evidente que mi novio no tiene carácter.

Igual ella se está portando la mar de decente. Se instaló en el cuartito del fondo y sólo asomó la cabeza para ofrecerse a cocinar. Y si yo puse cara de sorpresa al escucharla, más la puso mi novio. Tal parece que Vanina no solía ser mejor cocinera que yo, pero ahora, quizás por pura necesidad, está muy cambiada. Igual, como te imaginarás, ni loca la dejaba lucirse, (¡que tampoco soy tan tonta!)

Y entonces dije que me iba a ocupar yo de la cena. ¡Tendrías que haberle visto la cara a Guille!

Lástima que ese horno calienta demasiado rápido. Porque el bife hubiera quedado muy rico.

Al final pedimos comida china. Llamó Vanina, pagó Guille, y el orgullo me lo tragué yo.

¡Qué horror! ¿Y ahora qué se supone? ¿Qué el viernes tengo que dejar solo a mi actual con su ex para poder explorar mi futuro? ¿Qué será mejor que haga? ¿Pausar lo de Mariano? ¿O salir igual, y que el destino me sorprenda?

¡Qué lío! Como ves sigo sistemáticamente desesperada.

Espero tu respuesta

Besitos

Yo

jueves, 15 de octubre de 2015

Un guión digno de la tele





 

Un guión digno de la tele



Querida Repara Corazones

¿Tengo cara de idiota yo? Digo, sé que no me has visto nunca, pero… ¿sueno como idiota?
Porque no puede ser que todo me pase a mí.
Ayer te dije que Vanina iba a llamarme para saber mi respuesta. Y de acuerdo a tus consejos, antes de contestarle pensaba sentarme tranquila y charlar de todo el asunto con Guille. Como tú dices, dejarlo fluir…
¡Ja! ¡Qué inocente!
Como las desgracias nunca vienen solas, ya desde la mañana todo empezó a salir mal. Primero a Guille se le ocurrió apretar el botón del escusado mientras yo estaba en pleno baño. Nuestro piso es antiguo, y las cañerías, de la prehistoria, por eso sabemos muy bien que NO hay que apretar el famoso botón cuando otro se está duchando ¡bajo ninguna circunstancia! Pero él está de lo más distraído desde el mismo día en que me negué a recibir el famoso anillo. Así que esta mañana se acababa de limpiar los zapatos con papel sanitario cuando, por un exceso de limpieza, lo tiró al escusado y, no contento con eso, apretó el maldito botón. ¿Acaso tengo yo la culpa de que él sea tan obsesivo? Sin embargo soy yo la que estuvo con chuchos de frío toda la mañana. Aunque puede que no fuera por lo de la ducha, sino porque hoy tuve uno de esos días que meten miedo.
Bueno, luego ocurrió lo de las tostadas. Tercer día que las tostadas saltan por el aire como si estuvieran en los juegos olímpicos. Créeme, hay pocas ventajas en tener un novio ingeniero. Por supuesto que tus equipos de audio y el televisor funcionan de maravilla, pero más te vale contratar a un pintor o a un plomero, porque tal parece que si no se los enseñan en la facultad no pueden hacerlo. Pero la tostadora, que yo sepa, está llena de circuitos, y tiene enchufe. Sin embargo cuando por tercer día mi desayuno se aprestaba a acabar en el suelo, recordé mis épocas de beach vóley e intenté atajarlas. ¡Craso error! No estaba en la playa, sino en la cocina, justo al lado de la cafetera. ¡Qué espanto! Y para colmo llevaba puesta mi mejor blusa blanca, porque como todos los días pienso que voy a toparme (¡al fin!), con Mariano, insisto en ir vestida al trabajo como si fuera a mi boda.
Cuestión que entre cambiarme la camisa por la única que tenía limpia, (y que por supuesto era la más vieja y fea), y chillarle a Guille mientras él trataba de arreglar el estropicio, se me hizo re tarde. ¡Imposible discutir nada con él! Y ya estaba abriendo la puerta para salir a la carrera cuando… ¡¿a que no te imaginas a quién me encuentro?! ¡Sí! ¡A Vanina! Es decir, al principio no me di cuenta que era ella porque, ¡vamos!, la niña es espectacular, y me costaba creer que alguien así hubiera podido ser novia de mi Guille. Pero sí, esa rubia de metro ochenta y piernas larguísimas era la ex de mi actual. Y por la cara que puso la muy arpía me quedó claro que no esperaba encontrarme allí. ¡Qué cerda! Porque que yo sepa habíamos quedado en que iba a llamar antes de venir. Pero tal parece que al final decidió saltear mi aprobación, porque se apareció así como si nada.
¡Tendrías que haber visto la cara de Guille! Y ahí yo, que para nada soy celosa, me puse medio loquita, (o loquita y media). De repente era como en esas escenas de teleteatro en que el chico y la chica se comen con la mirada bajo la atenta vigilancia de “la otra”… Todo súper romántico, excepto… ¡que la otra era yo! ¿Cuándo me convertí en “la otra”?
Y ahí me di cuenta: no estoy lista para dejar a Guille. O, bajo la luz de las circunstancias, para dejar escapar a Guille. O, lo más probable, para dejar que otra me robe a MI Guille.
El reloj corría. Iba a ser la tercera llegada tarde en el mes, y mi jefe ya había amenazado con quitarme el presentismo, (que es una especie de gratificación adicional a tu sueldo que por supuesto gastas aún antes de cobrarla,  y que les sirve a tus patrones para recordarte que no tienes derecho a tener una vida) Y no es que yo tuviera ánimo de pensar en ese preciso momento en mi trabajo, obnubilada como estaba por el curso de los acontecimientos. Pero Guille, que sólo atinó a presentarme a Vanina por su nombre, como si yo tuviera la obligación de saber que era su ex, no hacía más que recordarme la hora. Era como si intentara echarme.
Al final decidí irme yo solita. Saludé con una elegante indiferencia como corresponde a una dama, (bueno, al menos a ella, porque a él le partí la boca de un beso de esos que hacía rato no le daba), y me fui. Aunque en realidad tampoco me fui. Sólo simulé irme, y pegué la oreja del otro lado de la puerta. Pero no hizo falta arrimarse demasiado. Parecía que Guille se había quedado con varias cosas atragantadas, porque fue cuestión de quedar solos, (o de que creyeran estar solos), para que empezaran los gritos, (al menos los de él)
De verdad ya era muy tarde, y más que el presentismo me jugaba el puesto, así que, convencida de que mi novio iba a tener el valor que a mí me había faltado, y le pondría los puntos sobre las íes a esa desubicada, me fui sin más trámite.
Por supuesto al llegar a la oficina conté que me había quedado encerrada en el subterráneo. Y hasta sacudí mi tacón raspado delante de la cara del jefe para documentar la caminata por las vías. Y ya casi estaba terminando un guión digno de la tele, con el policía que me llevaba en andas y la ambulancia a la salida de la estación, cuando la sonrisa irónica de mis compañeros me hizo detenerme en seco. Sí, confieso que se me había ido un poco la mano con la historia, pero un exceso de imaginación era habitual cuando alguien llegaba tarde. Y los demás, sólo por buenos samaritanos, generalmente seguían el juego. Y entonces alguno había escuchado en la radio acerca del problema, o se lo habían contado a la entrada, o lo que fuera. Pero hoy no era así. Al contrario, todos me miraban con cara de perdonarme la vida. ¡Incluso mi jefe, que más que enojado parecía divertido! Yo no entendía nada
Cuestión que empecé a trabajar convencida de que el día no podía ser peor.
Y entonces ocurrió.
Yo estaba ocupadísima con mi ordenador, cuando escuché que mi jefe me dice: “Mira, allí viene el policía que te salvó en el subterráneo” Levanté la cabeza sin entender y…
¡Sí! Ahí estaba él… ¡Mariano! Mi macho posmo. Mirándome también él con la misma cara estúpida que ahora tenían todos los hombres de mi oficina.
¿Se puede ser más desafortunada?
Al regresar a casa me di cuenta que sí. Pero esa es otra historia.
Ahora tengo que dejarte. La carne está en el horno, (sí, carne de verdad y no del freezer), y no puedo darme el lujo de que se queme. Ni bien termine con lo de la cena te sigo contando.
Besos
Yo