miércoles, 2 de diciembre de 2015
viernes, 27 de noviembre de 2015
Una “yegua” satisfecha
Una “yegua” satisfecha
Querida
Repara corazones:
Después
de “elvirear” a la madre de Vanina, y aún a riesgo de quedar como una verdadera
arpía, me mantuve en mis trece.
La novia
de mi novio tenía que regresar a su categoría de “ex”, aunque eso significara
volver al infierno del que estaba escapando. Porque, estarás de acuerdo
conmigo, no es justo que yo pague por su situación.
Claro que
Guille no parecía demasiado convencido, pero al final se convenció. Mejor
dicho: al principio se convenció. Porque a las tres en punto, cuando Vanina ya
no estaba en la casa, (¿por qué no estaba en la casa, si esperaba ese
llamado?), se comunicó la madre al teléfono de línea.
Atendí
yo. “¿Está Guillermo?, me preguntó. Y por supuesto como soy civilizada le pasé
de inmediato con mi novio. Claro que como no soy estúpida me colgué del
teléfono del cuarto para escuchar.
Es que
todo era súper raro. ¿Por qué pedir por “Guillermo” y no por la hija?
Cuestión
que le hizo una historia larguísima. Le dijo que el “stalker” de Vanina, (te
juro que lo dijo así, en inglés, como si no existiera la palabra acosador),
bueno, que el tipo estaba como loco rondando su piso. Que también la había
amenazado a ella, y que era importantísimo que Vanina continuara refugiada en
nuestra casa al menos por diez días más.
Hasta
ahí, vaya y pase. Casi que incluso yo me conmoví. Pero después de eso empezó a
decir que “Vaninita” estaba muy cambiada. Que ya no era la misma mocosa
consentida que había vivido con él. Que ahora estaba muy arrepentida por
haberlo dejado para irse con otro, (¿?). Y que para Vaninita, Guille había sido
el gran amor de su vida, (¡!)
Pues lo
lamento, pero queda claro que el gran amor de la vida de Guille soy yo, porque
el compró solamente una vez un anillo, y fue para mí. ¡Para mí!
Bueno,
volviendo al teléfono… Guille, siempre tan locuaz, por supuesto no le respondía
nada. De hecho, conociéndolo como lo conozco, estoy segura de que estaba tan
sorprendido como yo. Y más aun considerando lo que me contó después.
Porque cuando cortó con la señora, yo, con mi mejor cara de inocente palomita,
le pregunté qué le había dicho.
Él
pobrecito fue bastante sincero. Contó lo del acoso del stalker, y obvió el que
la vieja le hizo a él. Lo único que mencionó fue que la madre de Vanina debía
estar realmente desesperada, porque mientras que cuando era el novio de la hija
no lo soportaba, ahora parecía amable. Y ahí, repensándolo todo, me di cuenta
de que en verdad la dama había sonado no sólo amable, sino… forzada. Como si
repitiera a disgusto un libreto escrito por otro.
Como sea,
traté de disuadir a Guille acerca de extender el asilo a nuestro huésped, pero
finalmente cedí. No sé si piensas lo mismo, pero creo que me estoy enfrentando
a una rival muy peligrosa, que ya sea por amor o desesperación, está empeñada
en sacarme el novio. No voy a permitir que me deje como una loca histérica y
malvada. Porque estoy segura que, de obligarlo, Guille terminaría aceptando
echarla a la calle. Pero sólo lo haría porque odia toda confrontación. Claro
que como buen ingeniero no tardaría mucho en hacer cuentas, y entender que
había salido perdiendo. Porque, ¡vamos!... Guille puede aspirar a la mujer que
quiera. Es lindo, inteligente, tiene su propio piso, es re re bueno. Jamás dice
una palabra de crítica. Bueno, para ser sincera jamás dice una palabra. La
charla no es lo suyo.
Y a
cambio de tantas virtudes lo único que pide es un poco de paz y algo de sexo.
Bueno, y la casa ordenada, la comida lista y la ropa planchada. Pero en eso es
autosuficiente. O al menos así lo acostumbré. Pero si ahora Vanina va a menear
sus piernas larguísimas mientras limpia, plancha y cocina…
¡Ay,
Repara! Nunca creí que pudiera perder a Guille. Anoche no pegué un ojo
pensando… Bueno, también haciéndole el amor a mi novio, como no lo había hecho
en años. Claro que hubo más de voluntad que de pasión en tanto ardor. Y no
porque Guille no sea buen amante, sino porque yo no podía olvidar la cara de
satisfacción de la yegua cuando le dijimos que podía quedarse. O la de MP… ¿Te
conté lo de MP, no?... ¡No! Bueno, voy a tener que dejarlo para la próxima
porque esos dos están meta reírse en la cocina. Y yo me muero por saber qué es
“tan” gracioso.
Besos
Sistemáticamente desesperada
jueves, 19 de noviembre de 2015
Una mina bien turrita
Una mina bien turrita
Querida RC:
Voy a ser breve,
porque tengo la sensación de que Vanina me está espiando. El otro día la vi con
mi laptop. Claro que se excusó diciendo que era el único ordenador de la casa.
Pero ayer tenía mi móvil en la mano. Según ella sólo lo había levantado para
limpiar la mesa, pero yo no le creo nada.
Y esa es otra…
¿Por qué tiene que estar limpiando todo el tiempo? ¿Por qué tiene que jugar al
ama de casa ideal, si cuando vivía junto a Guille era tan sucia como yo?
Aquí en mi patria
decimos que cuando una mujer es así, es “una mina bien turrita” Porque “turrita
es… esa que te hace quedar mal por puro gusto. O la que te saca el novio con la
excusa de que él no era feliz, pobrecito. O la que se acuesta con el chico que
le gusta a la mejor amiga. O la que cuando tú le dices que en tu casa una de
las dos sobra, te contesta como hizo Vanina: “Te entiendo completamente. Y por
supuesto la que sobro soy yo. No fue mi intención molestarte. Y de no haber
estado mi vida en peligro, jamás me hubiera atrevido a invadir tu intimidad.
Pero no te preocupes. Ya mismo me contacto con mi madre para ir a su casa.
Después de todo ya pasaron cuatro días, y quizás ahora no sea tan peligroso”
A ver, querida
Repara, no hace falta leer entre líneas para entender el subtexto. ¡Y todavía
peor fue la forma en que lo dijo! Yo le había gritado como una loca, y ella, de
puro turrita, me respondió como un “bambi” frente a los fusiles de los
cazadores.
“Quizás ahora no
sea taaan peligroso”, sonaba a: “Estoy dispuesta a inmolarme en aras de tu
felicidad egoísta”
Y entonces, al
escucharla, de repente me di cuenta cómo habían funcionado las cosas entre Guille
y ella durante la convivencia. Presencié la forma descarada en que Vanina podía
manipularlo. Porque Guille es así. Un dulce que no soporta la debilidad de una
mujer. Con la madre es igualito. Ella llora un poco y…
¿Te das cuenta
por qué soy la mujer perfecta para mi novio? Yo no histeriqueo. Voy de frente.
Nada de llantos estúpidos ni palabras a medias.
Y por eso cuando
la muy perra me dio la razón, esperando conmoverme y lograr un indulto de
última hora, yo, por el contrario, me limité a escucharla como quien oye llover.
¡Turradas a mí!
¡Vamos!
Por supuesto
Guille se súper enojó conmigo. Y ahí casi se me escapa de nuevo el “ella o yo”,
pero pude frenarme a tiempo. ¡Ni muerta le daba la chance de elegir!
Por el contrario,
con la mayor calma que pude le expliqué que yo estaba en una situación muy
incómoda. Que él hubiera reaccionado igual o peor de tratarse de un novio mío.
Y entonces sí que le cerré la boca, porque Guille cuando quiere es muy celoso.
A diferencia de
lo que ocurre con un GPS cuando más lo necesitas, la muy cerda de Vanina
recalculó en un segundo. Entonces me pidió que llamara a casa de su madre desde
mi móvil y que dijera “Elvira”, y luego cortara. Explicó que esa era la palabra
clave para que su madre supiera que necesitaba hablarle, y así la buena mujer
encontraría un sitio seguro para que pudieran comunicarse.
Te juro que me
sentí como una súper agente 99 del subdesarrollo.
Guille, en
cambio, volvió a mirarla con la misma cara de súper héroe que había servido
para sacarme de quicio en un principio.
¿Qué crees?
¿Estoy manejando bien la situación?... ¿Qué es más peligroso: dejar que la
intimidad siga creciendo entre esos dos, o quedar como la desalmada de la
historia?
¡Por favor!
¡Necesito tu
consejo con urgencia!
Yo, tu sistemática.
martes, 17 de noviembre de 2015
fondo de pantalla de RENATA
Clara
martes, 10 de noviembre de 2015
Una perra astuta (y sulfatada)
Una perra astuta (y sulfatada)
Querida Repara:
¿Te conté lo del mensajito de Mariano?
“Tnmos q.
" decía.
![*:)] hablando por teléfono *:)] hablando por teléfono](https://s.yimg.com/ok/u/assets/img/emoticons/emo43.gif)
Digo yo, ¿no estamos un poco creciditos como para comunicarnos a
través de dibujos? Él será muy posmo, pero su inhabilidad para levantar el
teléfono y decirme las cosas clarito ya me está hartando un poco.
En el resto de mi vida las cosas tampoco funcionan.
Yo me levanté convencida de que los demás, (Guille y Vanina),
intentarían hacer las paces conmigo. Porque, después de todo, la agraviada era
yo. De hecho ya había pensado una estrategia para hacerlos sentir aún peor.
Pero no. Ni pizca de arrepentimiento por ninguno de los dos frentes.
Incluso mi novio insistía con eso de que yo “tenía” (¿?)
que disculparme con Vanina por el mal rato que le había hecho pasar. ¡Con ella!
¡¡¡¡¡¿Y mi mal rato?!!!!!
Lo más desagradable fue cuando me levanté. No sólo ya no quedaban
rastros de mi ataque, sino que la mesa del desayuno estaba servida con esmero.
Como si mi rival fuera la dueña de casa y yo, la adolescente díscola. Así,
dispuesta a hacerte caso y “plantarle cara” a esos dos, me senté entre ellos, y
tragué sin ganas el jugo de naranja que tenía servido, (que para peor era
exprimido, sin hollejos como le gusta a Guille, y riquísimo), y después me
dediqué a mirarlos con rabia. Guille tampoco necesitaba hablar para tirarme
dardos envenenados. Le bastaba con esos ojos acusadores que tiene, (y por
cierto sus ojos son mucho más lindos que los de Mariano). La única que comía
como si nada era Vanina. Las medialunas, (croissants, bah), se veían
deliciosas, así que, por dentro, con cada bocado de ella, iba mi maldición:
"¡Ojalá que toda esa grasa se te fije a las caderas, flaca
malvada!"
Bueno, al final me harté. Y así, sin anestesia, le escupí:
“¿Entonces cuando te vas?” Porque queda claro que una de las dos sobra”
Guille saltó como un resorte. Y ahí me di cuenta del error que
había cometido. Porque después de la escenita de la noche anterior, era obvio
que él ya se preguntaba si la que estaba de más era yo. ¡Te juro! Lo leí en su
mirada.
Y entonces sentí un miedo horrible. Qué digo miedo, ¡terror! Y de
repente me di cuenta que, sí, querida Repara corazones, tienes razón, amo a
Guille. Que con él puedo quedarme en zapatillas mirando una peli tonta,
comiendo pochoclos, y estoy mucho más feliz que en veinte bares de moda,
escuchando las pavadas de Mariano.
Y ahora me pregunto: ¿por qué dejé que esto de MP llegara tan
lejos? ¿Por qué no acepté el anillo de Guille de una?
Pero es inútil recriminarse. La verdad es que estoy frente a una
rival peligrosa. Porque queda claro que la niña está tan arrepentida como
dispuesta a todo por reconquistar al ex. Y cuando digo a todo, es todo. La
señorita es una verdadera perra. Una perra astuta, y sólo por eso logró dejarme
tan mal parada con su respu
Disculpa. De nuevo el teléfono de línea para mí. Estoy segura de que
es algún banco, o algo así, pero
Te dejo.
Después te sigo contando de Vanina y su malvada respuesta
Tuya
Sistemáticamente desesperada
y arrepentida
sábado, 7 de noviembre de 2015
Una cuestión ÍNTIMA
Una cuestión ÍNTIMA
Querida Repara
Corazones:
¡Menos mal que
estás ahí para escucharme! Porque últimamente me siento más sola que nunca. Mi
vida es horrible y
¡Espera! ¿Te
conté lo que me encontré en mi propia casa ayer, mientras inocentemente
regresaba del after office, no?
¡¡¿No?!!
Fue espantoso.
Y tú, de toda la gente en este mundo, eres la única que puede entenderme.
Porque mientras yo fantaseaba con encontrar a mi actual teniendo sexo salvaje
con su ex en mi propia cama, los muy traicioneros estaban haciendo algo mucho
peor. Porque de haber estado en la cama, vaya y pase. Porque esa Vanina, por
desgracia, es espectacular, y mi novio un hombre muy hombre, así que un
encuentro casual, o hasta una discusión por los viejos tiempos podría haberlos
confundido, y en la urgencia del momento arrastrarlos a la locura. Yo, por
supuesto, soy una mujer inteligente y podría haberlo entendido. Claro que
hubiera corrido sangre, y mucha, porque soy inteligente pero no estúpida. Creo
que la hubiera acuchillado a ella primero, y después a Guille. Pero lo hubiera
entendido. Era algo sin maldad ni premeditación.
En cambio
cuando llegué a casa….
¡Qué horror!
Estaban los dos
sentaditos, uno al lado del otro, frente a la tele mirando esa película cómica
de las damas de honor, y que habíamos quedado en ver juntos.
Hasta allí,
vaya y pase. Tragué saliva, cerré la puerta.
¡Y
entonces lo vi!
Ahí, ubicado en
la mesa ratona, justo en medio de los dos. ¡Ay, Repara Corazones!, sé que vas a
entenderme, porque Guille está convencido de que sobre actué, pero en esa
estúpida mesita había… ¡un bol repleto de pochoclos!
Sí, pop corn o
como te guste llamarlo. Y ese maldito bol era la prueba más evidente de la
premeditación y alevosía de semejante encuentro. Me bastó ver el maldito bol
para imaginarlos como una vieja pareja, decidiendo qué hacer un viernes a la
noche. Seleccionando la película, y concordando en algo para picotear y así
relajarse. Una buena forma de hacer de toda la experiencia algo perfecto.
Casi podía
verlos juntos, ella inclinándose para buscar la sartén, olvidada en algún
rincón oscuro de la alacena, por supuesto. Él, acercándose para ayudarla,
rozándola, riendo ante cada encuentro. Y luego el aceite hirviente,
recalentando no sólo la sartén, sino también los recuerdos. Y las carcajadas al
sentir los primeros saltos del maíz. El trabajo conjunto de acaramelarlo,
probándolo, dándoselo de probar al otro con sensualidad.
¿Tú me entiendes,
no? Puedo justificar la pasión o el deseo. Pero toda esa intimidad que el
maldito bol de pochoclos implicaba estaba fuera de toda comprensión. Y es que,
al menos para mí, no es el sexo lo que define una pareja, (después de todo uno
puede acostarse con cualquiera), sino esa coreografía íntima que con los años
aprenden a dibujar aún en los actos más rutinarios.
(¿Está buena la
frase, no?)
¿Tengo que
aclararte que no reaccioné bien al verlos?
“¡¿Qué es
esto?!”, grité enfurecida, levantando el bol.
“Pochoclos”, me
contestó Guille sin entender lo que yo no entendía.
Y entonces, por
toda respuesta, volqué los pochoclos sobre la cabeza de los dos tortolitos,
para después estrellar el bol contra la pared, mientras seguía gritando como
loca.
La verdad es
que ni así logré desahogarme. Después, todavía a los gritos, me encerré en mi
cuarto.
A los 15” vino Guille. Parecía preocupado. Se sentó a mi lado en la cama, y
yo ya estaba evaluando echarme a llorar entre sus brazos, cuando el muy
estúpido me preguntó: “¿Estás así porque te vino?”
¿Tengo que
aclararte que lo eché a empellones, cerrando la puerta con llave hasta la
mañana del día siguiente?
¿Qué les pasa a
los hombres que cada vez que nos atrevemos a reclamar algo creen que sólo
estamos sensibles a causa de las hormonas?
Por favor, dime
que no sobreactué. Que no soy una loca furiosa como creen Guille y esa yegua.
No sé. Todo
esto es muy raro. Y para colmo ayer llamaron dos veces al teléfono de línea,
preguntando por mí. Lo raro es que al escuchar mi voz cortaron.
En cuanto a Van
Disculpa, pero
parece que otra vez me están llamando al teléfono de línea. Tengo que atender.
Pero ni bien pueda me comunico contigo para contarte lo de Vanina.
¡Ah! Y lo del
mensajito de texto de Mariano. Y
Te dejo, o
Guille va a enloquecer.
Nos vemos.
Sistemáticamente desesperada
sábado, 31 de octubre de 2015
Una pared ARDIENTE
Una pared ARDIENTE
Querida Repara Corazones:
Ayer leí tu consejo. Y sí, tienes razón, no puedo encarar todo “de una”.
Tengo que ponerme metas. Así que esta mañana, más decidida que nunca a hacerte
caso, me convencí a mí misma que lo mejor era ir a ese after office, y sin dar
más vueltas explicarle mi situación afectiva a Mariano.
Claro que antes de eso tenía que explicarle a Guille mis motivos para ir al
after office, ¡y entonces las vueltas fueron un montón!
Y es que desde que está con nosotros Vanina, todo en la casa parece marchar
de maravillas. Por ejemplo, ayer, después de comer, cuando nos quedamos solos
en el cuarto, Guille estuvo particularmente ardiente conmigo. Es decir, hacía
mil años que el sexo entre los dos no era tan apasionado. Y si bien es cierto
que mi entusiasmo estaba muy movido por los celos, fue Guille el que inició el
juego. ¡Y cómo lo inició! Porque el chico suele ser más bien aburrido y
rapidito, ¡pero cuando se lo propone!... Bueno, que todo estuvo increíble. Así
que al ir a desayunar esa mañana no pude evitar lanzarle a mi oponente, (que
aunque no está trabajando se levantó para desayunar con nosotros), una de esas miradas de “serás más linda que yo, pero él es todo
mío”.
Respecto de lo del desayuno quiero hacer un paréntesis. Porque, yo no sé
cómo será en tu casa, pero en la mía es como tener sexo casual: “rapidito y sin
pensar demasiado en las consecuencias”. Por eso no es raro que suela atajar las
tostadas cuando ya estoy en la puerta, (¿te hablé de mi tostadora, no?), y
tomar el café esperando el elevador, (cuando termino dejo la taza en el pasillo
y Guille la entra). Bueno, esta mañana no fue nada como eso. Esta mañana había
una mesa servida, tostadas en el plato, y café en la jarra. Faltaba el jugo y
bien hubiéramos podido filmar en casa una publicidad para la tele. ¡Parecíamos
una familia perfecta! Claro que no me quedaba muy en claro quién era la mamá, y
a quién la estaban teniendo de hija.
Vanina, a pesar de que apenas eran las siete de la mañana, estaba vestida y
peinada con esmero. Claro que yo también tenía lo mío. Pero yo lo había hecho
por el famoso after office, así que, aún a pesar de que todavía arrastraba los
efectos beneficiosos de los ardores de Guille, (o quizás justamente por eso),
no pude evitar una mirada de reproche para la intrusa.
Si ella se dio cuenta, no lo sé. Pero cuando saqué el tema del after office,
mi Guille se puso como loco. Y eso hizo que me tranquilizara bastante. Porque
después de todo, si todavía siente celos por mí, es señal de que de verdad no
está interesado ni un poquito en la otra. Pero como yo soy muy obediente, y
estaba dispuesta a seguir tus consejos a cualquier costa, seguí insistiendo con
eso de que no podía perderme el “after”, porque de lo contrario iba a quedar
“out”. Que en esas reuniones informales se decidían las cosas más formales de
la oficina, y que de no ir corría riesgo de perder esos pocos privilegios que
tenía con mi jefe y compañeros.
Guille seguía sin estar convencido. Y entonces ocurrió algo de lo más
extraño, (es decir, más extraño aún que desayunar sentada a una mesa). Sí,
Vanina empezó a darme la razón. A contar la historia de lo atada que se había
sentido por los celos de su ex, y que por culpa de su desconfianza lo había
perdido todo: el trabajo primero, y después a su ex. Pero si eso fue raro, más
raro todavía resultó que sus palabras sirvieran para calmar de inmediato la ira
de mi actual. Era como si Guille no se atreviera, o no pudiera contradecirla.
Te imaginarás en qué estado llegué a ese after office. Porque una cosa es
encontrarte con un compañero de oficina teniendo un gustito a trampa en la
boca. Y otra muy distinta es pensar que mientras tú sales, la trampa te la
están haciendo a ti. Así que más pensaba en eso, más estaba dispuesta a
escupirle “de una” a Mariano que yo tenía a alguien más.
Pero bastó que llegara mi macho posmo para que me olvidara de inmediato de
mis buenos propósitos. ¡Él es tan divertido con su charla! O será simplemente
que estaba extrañando el hablar de tonterías. Últimamente cuando Guille me
dirige la palabra es sólo para quejarse del resumen de la tarjeta, o para
contarme lo que le dijo el mecánico del auto, o, lo que es todavía más aburrido
e incomprensible, lo que habló con mi suegra. Mariano, en cambio… No sé qué
hablo con él, pero sé que me divierto mucho. Me rio. Me siento adolescente otra
vez. Y no es sólo lo que dice. Es que cuando lo dice se nota que me tiene
ganas. Y eso…
Para cuando empezó a insistir con lo de irse a otro sitio, sospeché que
estaba planeando algo más. ¿Adónde quería llevarme? Para hablar de sexo me
parecía demasiado rápido, (después de todo, ésta era la segunda vez que
salíamos). Pero era obvio que, de repente, ese bar a oscuras ya no le
alcanzaba.
Y más pensaba yo en eso, más mi conciencia me reprochaba por no haberle
dicho de Guille.
Así que ni bien salimos de ese coqueto barcito en pleno microcentro
porteño, a esa hora en que ya no queda nadie en las oficinas y las calles
parecen un desierto, él, como si pudiera leer en mi mente que yo quería
escaparme, me encerró contra una de las paredes dispuesto a darme un beso de
aquellos. Y quizás porque la noche anterior mi pobre Guille había estado tan…
tan… como antes, lo paré de una y le dije: “Perdón, Mariano, pero estoy
viviendo con alguien”
Él me miró sorprendido, pero no tanto como yo hubiera esperado, (¿raro, no?),
y me dijo: “Me importas demasiado como para que eso me importe”
¡Y me dio un beso!... ¡Qué beso! De esos besos con urgencia. Esos que te
dicen que el tipo se muere de amor por ti. Que siempre te ha tenido ganas.
Sí, puede que sean ideas mías, pero la misma lengua que Mariano hasta
entonces sólo había usado para hablar tonterías, ahora estaba siendo de lo más
sabia y concienzuda para recorrer mi boca. Evidentemente a la hora del amor mi
macho dejaba de ser posmo para convertirse en un macho a secas. Con todo lo que
una espera de alguien así: algo áspero, pero con una fuerza subyugante.
¿Sabes cuánto hacía que no me besaban así?
Y quizás porque estaba tan seducida por ese beso, de repente todas mis
alarmas se prendieron. De verdad yo no soy de esas. Una cosa era jugar a la
trampa para levantar mi alicaído ego, (alicaído sobre todo después de ver a esa
tonta de Vanina), pero otra muy distinta era jugar a dos puntas. ¡Yo no soy de
esas!
Y fue cuestión de pensar que no le podía ser infiel a Guille, para imaginármelo
besando a su ex de la misma forma descarada en que lo estaba haciendo Mariano
conmigo.
Me puse como loca. Separé a Mariano, y sin darle tiempo a más corrí hasta
la avenida y me tomé un taxi a casa.
Fue un viaje horrible. Porque en vez de reprocharme por lo que había hecho,
comencé a fantasear con lo que encontraría al llegar a casa. Los gemidos de esa
perra rubia cuando MI Guille le hiciera lo mismo que me había hecho a mí la
noche anterior.
¿Y si sólo había tenido sexo conmigo con tanta vehemencia porque ya estaba
pensando en la otra?
Te juro que subí a casa más como una amante despechada que como una esposa
infiel. Estaba dispuesta a pelear, incluso a puño desnudo, por mi hombre.
Pero cuando abrí la puerta lo que vi fue todavía peor a cualquier cosa que
hubiera imaginado.
Ay…
Disculpa… Tengo que dejarte. Al parecer alguien me está llamando por el
teléfono de línea. ¡Qué raro! La gente suele llamarme al móvil.
Bueno, pero antes quiero que me digas… ¿Qué hago de mi vida? ¿Le doy una
oportunidad a Mariano, o me conformo con mi vida chata? ¿Intento reconquistar a
MI Guille, o simplemente mato a la rubia?
Besos
SD
sábado, 24 de octubre de 2015
Un horno que cocina demasiado rápido
Un horno que cocina demasiado rápido
PERDÓN, PERDÓN, PERDÓN POR LA DEMORA. Pero mi vida es
demasiado complicada.
¿Tengo que decirte que la carne se quemó?
“¿Quién te manda a jugar a la cocinera?”, pensarás tú.
Pues te diré quién… Pero a su debido tiempo. Y es que necesito apegarme a la
hora para no enredarme más de lo que ya estoy.
Bueno, nos habíamos quedado en mi oficina a las 10:45, con
Mariano y los demás idiotas mirándome con la burla pintada en la cara.
¡Estúpidos! Y es que para macho posmo el mío resultó bastante cavernícola:
“Supe que me estuviste buscando” me dijo de forma que todo el resto escuchara.
¿No es increíble que a las mujeres sólo nos interese
lucirnos delante de los hombres, aun cuando las otras nos odien por eso, mientras
que ellos sólo buscan la aprobación de sus congéneres? ¿Lo notaste? Tú que lo
sabes todo, ¿tienes idea de por qué son así?
La verdad es que con tanto idiota mirándome de reojo sentí
la tentación de decirle “Sí. Te busqué para pasarte el nombre de esa crema para
las hemorroides que tanto necesitas”. Pero no. Como buena mujer intenté cubrir
su torpeza, (¿por qué hacemos eso?) Así que puse cara de melosa, y comencé a
hablar lo más bajo que pude. Y más susurraba yo, mayor era el silencio en la
oficina. Sí, como por arte de magia los chats se acallaron y el teléfono dejó
de sonar. Ni siquiera se escuchaba el láser de la impresora. ¡Y después
dicen que las chismosas somos nosotras!
Claro que yo, siempre sistematizando mi vida, ya había
pensado una salida elegante para la entrada bochornosa que había hecho en la
oficina del macho posmo.
“Nada”, le dije como se usa ahora, para así sonar yo
también un poco posmo (¿por qué la gente tiene que empezar una frase anunciando
que lo que va a decir carece de importancia? ¿No sería más fácil dejar que el
otro se diera cuenta solito? ¿O es que excusarnos de nuestra tontería nos
vuelve menos tontos?)
“Nada”, repetí por las dudas, “es que como dijimos que
estaría bueno volver a vernos, y yo últimamente estoy muy ocupada…”
Y ahí, como si fuera un televisor cuando comienza la tanda
publicitaria, de repente elevé drásticamente el volumen sin que nada pudiera
anticiparlo.
“…no quería que te hicieras ilusiones. Por eso fui a tu
oficina”, concluí casi a los gritos. Y luego, mirándolo con lástima, agregué,
(en el lenguaje más posmo que se me ocurrió): “Odio dejar a la gente “pagando”.
Y entonces, como por arte de magia, todo regresó a la
normalidad. Mi jefe retomó su chat y los muchachos volvieron a interesarse en
el resultado del partido del domingo.
¿No es curioso? De haber sido ésta una oficina de mujeres,
y yo la víctima del desplante, el silencio, lejos de disiparse, se hubiera
hecho lo suficientemente intenso como para escuchar el ruido de mi corazón al
hacerse añicos. Pero ellos no. Ellos se solidarizaron con el caído. Los varones
siempre tienen conciencia de gremio.
La verdad es que ahora MP me miraba con “cara de perrito
abandonado en video de youtube”. ¡Súper tierno, pobrecito! Y con esa trompita
encantadora y una mirada lánguida me dijo que era una verdadera lástima que yo
no pudiera salir, porque hacía rato que él no la pasaba tan bien con alguien.
Que siempre le había parecido hermosa (¡!), pero que ahora también le
fascinaban mi inteligencia y mi encanto, (como se dice en mi pueblo: ¡chupate
esa mandarina!)
Y más hablaba él, más pensaba yo en Vanina. A fin de
cuentas siempre supe que a pesar de no ser rubia, alta ni flaca, yo también
tengo lo mío.
Cuestión que cuando iba en el metro camino a casa todavía
no entendía cómo era que después de todos mis buenos propósitos, al final había
quedado con Mariano en salir este viernes after office. Y más pensaba en eso,
más me preguntaba por qué, si tan interesado en mí estaba, ni siquiera se había
tomado la molestia de avisarme de su partida. ¿Acaso no andaba el elevador, y
la escalera del edificio estaba colapsada, que le fue imposible sortear los
pisos que nos separan?
“¡Qué embrollones son los hombres!”, pensaba yo.
Hasta que llegué a casa.
¡Qué horror!
¡Me quiero morir!
¿Podrás creer que la idiota de Vanina ya está instalada en
MI casa? ¡¿Y la furia de Guille dónde quedó?!
¿Ahora entiendes por qué me quejo de él? Es evidente que
mi novio no tiene carácter.
Igual ella se está portando la mar de decente. Se instaló
en el cuartito del fondo y sólo asomó la cabeza para ofrecerse a cocinar. Y si
yo puse cara de sorpresa al escucharla, más la puso mi novio. Tal parece que
Vanina no solía ser mejor cocinera que yo, pero ahora, quizás por pura
necesidad, está muy cambiada. Igual, como te imaginarás, ni loca la dejaba
lucirse, (¡que tampoco soy tan tonta!)
Y entonces dije que me iba a ocupar yo de la cena.
¡Tendrías que haberle visto la cara a Guille!
Lástima que ese horno calienta demasiado rápido. Porque el
bife hubiera quedado muy rico.
Al final pedimos comida china. Llamó Vanina, pagó Guille,
y el orgullo me lo tragué yo.
¡Qué horror! ¿Y ahora qué se supone? ¿Qué el viernes tengo
que dejar solo a mi actual con su ex para poder explorar mi futuro? ¿Qué será
mejor que haga? ¿Pausar lo de Mariano? ¿O salir igual, y que el destino me
sorprenda?
¡Qué lío! Como ves sigo sistemáticamente desesperada.
Espero tu respuesta
Besitos
Yo
jueves, 15 de octubre de 2015
Un guión digno de la tele
Un guión digno de la tele
Querida
Repara Corazones
¿Tengo cara
de idiota yo? Digo, sé que no me has visto nunca, pero… ¿sueno como idiota?
Porque no
puede ser que todo me pase a mí.
Ayer te dije
que Vanina iba a llamarme para saber mi respuesta. Y de acuerdo a tus consejos,
antes de contestarle pensaba sentarme tranquila y charlar de todo el asunto con
Guille. Como tú dices, dejarlo fluir…
¡Ja! ¡Qué
inocente!
Como las
desgracias nunca vienen solas, ya desde la mañana todo empezó a salir mal.
Primero a Guille se le ocurrió apretar el botón del escusado mientras yo estaba
en pleno baño. Nuestro piso es antiguo, y las cañerías, de la prehistoria, por
eso sabemos muy bien que NO hay que apretar el famoso botón cuando otro se está
duchando ¡bajo ninguna circunstancia! Pero él está de lo más distraído desde el
mismo día en que me negué a recibir el famoso anillo. Así que esta mañana se
acababa de limpiar los zapatos con papel sanitario cuando, por un exceso de
limpieza, lo tiró al escusado y, no contento con eso, apretó el maldito botón.
¿Acaso tengo yo la culpa de que él sea tan obsesivo? Sin embargo soy yo la que
estuvo con chuchos de frío toda la mañana. Aunque puede que no fuera por lo de
la ducha, sino porque hoy tuve uno de esos días que meten miedo.
Bueno, luego
ocurrió lo de las tostadas. Tercer día que las tostadas saltan por el aire como
si estuvieran en los juegos olímpicos. Créeme, hay pocas ventajas en tener un novio
ingeniero. Por supuesto que tus equipos de audio y el televisor funcionan de
maravilla, pero más te vale contratar a un pintor o a un plomero, porque tal
parece que si no se los enseñan en la facultad no pueden hacerlo. Pero la
tostadora, que yo sepa, está llena de circuitos, y tiene enchufe. Sin embargo
cuando por tercer día mi desayuno se aprestaba a acabar en el suelo, recordé
mis épocas de beach vóley e intenté atajarlas. ¡Craso error! No estaba en la
playa, sino en la cocina, justo al lado de la cafetera. ¡Qué espanto! Y para
colmo llevaba puesta mi mejor blusa blanca, porque como todos los días pienso
que voy a toparme (¡al fin!), con Mariano, insisto en ir vestida al trabajo
como si fuera a mi boda.
Cuestión que
entre cambiarme la camisa por la única que tenía limpia, (y que por supuesto
era la más vieja y fea), y chillarle a Guille mientras él trataba de arreglar
el estropicio, se me hizo re tarde. ¡Imposible discutir nada con él! Y ya
estaba abriendo la puerta para salir a la carrera cuando… ¡¿a que no te imaginas
a quién me encuentro?! ¡Sí! ¡A Vanina! Es decir, al principio no me di cuenta
que era ella porque, ¡vamos!, la niña es espectacular, y me costaba
creer que alguien así hubiera podido ser novia de mi Guille. Pero sí, esa rubia
de metro ochenta y piernas larguísimas era la ex de mi actual. Y por la cara
que puso la muy arpía me quedó claro que no esperaba encontrarme allí. ¡Qué
cerda! Porque que yo sepa habíamos quedado en que iba a llamar antes de venir.
Pero tal parece que al final decidió saltear mi aprobación, porque se apareció
así como si nada.
¡Tendrías que
haber visto la cara de Guille! Y ahí yo, que para nada soy celosa, me puse
medio loquita, (o loquita y media). De repente era como en esas escenas de
teleteatro en que el chico y la chica se comen con la mirada bajo la atenta
vigilancia de “la otra”… Todo súper romántico, excepto… ¡que la otra era yo!
¿Cuándo me convertí en “la otra”?
Y ahí me di
cuenta: no estoy lista para dejar a Guille. O, bajo la luz de las circunstancias,
para dejar escapar a Guille. O, lo más probable, para dejar que otra me robe a
MI Guille.
El reloj
corría. Iba a ser la tercera llegada tarde en el mes, y mi jefe ya había
amenazado con quitarme el presentismo, (que es una especie de gratificación
adicional a tu sueldo que por supuesto gastas aún antes de cobrarla, y
que les sirve a tus patrones para recordarte que no tienes derecho a tener una
vida) Y no es que yo tuviera ánimo de pensar en ese preciso momento en mi
trabajo, obnubilada como estaba por el curso de los acontecimientos. Pero
Guille, que sólo atinó a presentarme a Vanina por su nombre, como si yo tuviera
la obligación de saber que era su ex, no hacía más que recordarme la hora. Era
como si intentara echarme.
Al final
decidí irme yo solita. Saludé con una elegante indiferencia como corresponde a
una dama, (bueno, al menos a ella, porque a él le partí la boca de un beso de
esos que hacía rato no le daba), y me fui. Aunque en realidad tampoco me fui.
Sólo simulé irme, y pegué la oreja del otro lado de la puerta. Pero no hizo
falta arrimarse demasiado. Parecía que Guille se había quedado con varias cosas
atragantadas, porque fue cuestión de quedar solos, (o de que creyeran estar
solos), para que empezaran los gritos, (al menos los de él)
De verdad ya era
muy tarde, y más que el presentismo me jugaba el puesto, así que, convencida de
que mi novio iba a tener el valor que a mí me había faltado, y le pondría los
puntos sobre las íes a esa desubicada, me fui sin más trámite.
Por supuesto
al llegar a la oficina conté que me había quedado encerrada en el subterráneo.
Y hasta sacudí mi tacón raspado delante de la cara del jefe para documentar la
caminata por las vías. Y ya casi estaba terminando un guión digno de la tele,
con el policía que me llevaba en andas y la ambulancia a la salida de la
estación, cuando la sonrisa irónica de mis compañeros me hizo detenerme en
seco. Sí, confieso que se me había ido un poco la mano con la historia, pero un
exceso de imaginación era habitual cuando alguien llegaba tarde. Y los demás,
sólo por buenos samaritanos, generalmente seguían el juego. Y entonces alguno
había escuchado en la radio acerca del problema, o se lo habían contado a la
entrada, o lo que fuera. Pero hoy no era así. Al contrario, todos me miraban
con cara de perdonarme la vida. ¡Incluso mi jefe, que más que enojado parecía
divertido! Yo no entendía nada
Cuestión que
empecé a trabajar convencida de que el día no podía ser peor.
Y entonces
ocurrió.
Yo estaba
ocupadísima con mi ordenador, cuando escuché que mi jefe me dice: “Mira, allí
viene el policía que te salvó en el subterráneo” Levanté la cabeza sin entender
y…
¡Sí! Ahí
estaba él… ¡Mariano! Mi macho posmo. Mirándome también él con la misma cara
estúpida que ahora tenían todos los hombres de mi oficina.
¿Se puede ser
más desafortunada?
Al regresar a
casa me di cuenta que sí. Pero esa es otra historia.
Ahora tengo
que dejarte. La carne está en el horno, (sí, carne de verdad y no del freezer),
y no puedo darme el lujo de que se queme. Ni bien termine con lo de la cena te
sigo contando.
Besos
Yo
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